En el bar de la plaza estás tú, princesa, al otro lado de mi sentimiento y yo escribo dos simples líneas en mi Diario, llenas de esperanza y un gran sentir de ilusión y magia: “Tu mirada es aquel camino que encuentro en cada segundo de esta solitaria esquina del bar donde se acumulan los pensamientos aherrojados como pétalos de ideas”. Dos líneas completas en mi Diario, surcadas por el oleaje del café que mueven mis recuerdos en torno a ti que estás al otro lado del bar, entre mujeres olvidadas, soñando con no sé cual misterio de alguna palabra mía. Quizás solo sean las intencionalidades sin final de la palabra “Amor” o quizás sean las circunstancias paradójicas de mi palabra “Sueño”; pero sé que ambas forman una sola sílaba que yo escribo. Una sílaba compuesta por Amorsoñado o Sueñoamado que, en definitiva, son la misma definición que sale de mi interno/tierno/eterno corazón. Tu dulzura está aquí, en el interior de mi cuerpo, en forma de mujer… y las otras, las otras mujeres, sólo son unos olvidos que naufragan en el oleaje de mi café.
Empiezo a escribir la carta: “Amor: no me detengo en las esquinas del barrio sino que camino por el centro de la Avenida que conduce a la Plaza de los Ensueños. !Qué me importan a mí los amores ajenos!. ¿Acaso crees que esos amores dejaron huellas en mi alma?. No. No dejaron ni huellas en mi alma ni huellas en mi cuerpo. En mi alma y en mi cuerpo no existen caminos del pasado. Yo sólo vivo en el presente y el presente eres tú. El pasado solo es, repito para hacérmelo recordar a mí mismo, amores que naufragan en el oleaje de mi café. Y entre café y café despierto bajo la sombra de un almendro para darte la vida completa”.
Nunca ha de morir mi consciente sensación de estar viviendo y en este estar viviendo eterno e infinito eres tú mi presente y este presente sin final alarga mi memoria hasta el límite donde no existen las fronteras. Y es que en mi universo personal sólo existe un eje periclitado por las miradas de tus ojos a mi corazón. El oleaje de mi café sigue ahogando amores viejos, se rejuvenecen nuestros tiempos y siento a ambos como uno solo nada más, sin divisoria alguna. Somos hombre y mujer concéntricos en un solo punto de encuentro: el oleaje de mi café donde mueren ahogados todos los amores viejos.
Entre las olas de mi sueño víviré esta Eternidad que es este pensamiento. Sí. Lo único inolvidable para mí. Los recuerdos de Tucumán. Sólo recuerdo el café de Tucumán. Los otros no son nada más que sucedáneos en cuyos oleajes se hunden, se ahogan y se mueren, todos los amores viejos. Y, buscando mi historia y tu leyenda, encuentro a mi memoria: “Más allá de ti y de mí no hay nada ni nadie… ni tan siquiera el olvido… porque solo amo tus ojos en Tucumán.
Y dejaste de ser la Cenicienta para convertirte en la Pocahontas de mi honda existencia…
(“Bar Plaza”, Murcia, sábado 27 de febrero de 2010)