Alguien… ¿quién fue?, ¿cuándo sucedió?, ¿cómo ocurrió el asunto?… me indicó tu camino, porque yo, hasta entonces, no sabía que existías en el mundo ni que estabas en él para acompasar nuestros mutuos ritmos y pulir nuestras almas en una misma vasija de color corazón. Igual que tantas veces, me alimentaba de las orillas con sabor a mar y a arena cuando alguien… no sé bien quién, ni cuándo ni cómo, me hizo encontrar tu sueño entre la gente que limaba los cursos de las olas y los vientos. Y me acerqué a ti…
Apoyado ahora en el árbol del tiempo transcurrido, y teniendo entre mis manos las miles de metáforas silentes que surgieron al entrar en tu sueño, te hablo y te invito, te invito y te hablo, para que tus gestas sigan siendo confianza para mi. Nos amamos en las orillas de este viaje que es la bella cadena de los sonidos humanos fragmentados en eslabones de aire y de acuerdos mutuos. Son los sonidos humanos que nos enlazan las manos y los labios en un beso infinito.
Pasarán todavía muchos años en los que nuestras vidas seguirán reconciliándose con las distancias, seguiremos sugiriendo cronologías que nos harán sonreír y también habrá muchos arcos iris apoyando sus centros gravitatorios en los polos cercanos y enlazados de nuestro mismo horizonte. Es el rumbo amoroso…
A veces somos así de ciegos, tenemos delante de nuestros ojos todo un mundo, y no nos damos cuenta. Un instante vale para abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor, sólo hay que hacer éso, abrir los ojos. Mee ha gustado mucho tu escrito. Un beso. alaia