Le tenía ante mi y como le había visto hacerlo mil veces cambió completamente su forma de ser para convertirse en otra persona, en este caso Otelo.
Empezó a recitar y yo no pude hacer más que asombrarme ante lo fácil que parecía recitar cuanto él lo hacía, ¿por qué me costaba tanto hacerlo amí, espialmente cuando él estaba delante?
¡He ahí la causa! ¡He ahí la causa, alma mia!…
¡Permitidme que no la nombre ante vosotras, castas estrellas…!
¡He ahí la causa…! Sin embargo no quiero verter su sangre;
ni desgarrar su piel, más blanca que la nieve…
Se giró hacia mí y me agarro fuertemente de los brazos.
…no sé dónde está aquel fuego de Prometeo
que volviera a encender tu luz. Cuando haya arrancado tu rosa,
no podré darle de nuevo tu potencia vital.
Necesariamente habrá de marchitarse. ¡Quiero aspirarla en el tallo!
En ese momento se inclinó y me beso, fue un beso dulce y lleno de amor ¿Cómo podía haberme perdonado todo el daño que le hice? ¡Tenía un novio que no me merecía!
¡Fuerza es que llore!…Pero son lágrimas crueles…
¡Este dolor es celestial; hiere allí donde ama! ¡Se despierta!
Y tras este pie, empezé mi improvisación, esperando en lo más hondo de mi corazón que fuera lo suficientemente buena para poder hacer justicia a lo bien que lo hacía él.
-¿Eres tú Otelo?
-Si, Desdémona.
-¿Rezaste esta noche?
-Si, mi señor, ¿por qué lo proguntais?
-Porque necesitareis el perdon de Dios para que yo haga lo propio.
-¿A qué se refiere?
-Vos lo sabeis muy bien, Desdémona.
Un brillo de rencor recorrió sus ojos, no podía creerme la escena que estabamos representando, en la obra de Otelo, Desdémona engaña a Otelo y este muerto de celos mata a su esposa, que escena más oportuna había elegido para representar.
-Mi señor, no sé a que os referís.
-¡Me engañaste! ¡Vos lo sabeis, yo lo sé y nuestro señor lo sabe! ¡No intentes desmentirlo!
-Mi señor, nunca pretendí haceros daño…- dije mientras lágrimas resbalaban por mis mejillas.
Me agarró fuertemente del cuello, intentando asfixiarme.Por sus mejillas corrían lágrimas. Pero yo, en vez de desmayarme en sus brazos y hacerme la muerta, me giré entre sus brazos y le besé, intenté transmitir en ese beso lo mucho que lo sentía y que fué el mayor error de mi vida.
Todo el auditorio se puso en pie y aplaudió. Pero nosotros seguiamos fundiendonos en ese beso, no existía nada aparte de nosotros dos. Le amaba, ¡Dios! no podía imaginarme cuanto le amaba.