Largo viaje aéreo. Todo el vuelo Madrid-Bogotá lo he compartido con un baturro aragonés, nativo de un pueblecito muy cercano a la ciudad de Zaragoza, con quien he hablado de multitud de asuntos. Como no podía ser de otra manera, también hemos hablado del amor. Porque este baturro aragonés es un hombre divorciado que mantiene relaciones de noviazgo con una colombiana de Medellín. Por eso viaja continuamente a estas tierras. Al otro lado de los asientos centrales, a mi izquierda, una linda ecuatoriana no hace más que santiguarse cuando el avión comienza con un extraño bamboleo. Estamos atravesando una zona de turbulencias y ella está asustada. La tranquilizo. No pasa nada. Es muy normal que estas cosas ocurran cuando se viaja sobre el Atlántico. Al final se tranquiliza y me sonríe cuando le cuento un par de inocentes chistes. Los que no se tranquilizan son el joven de la camisa azul y la joven de la camisa blanca que se han pasado todo el tiempo recorriendo los pasillos de punta a punta.
Cuando llegué por fin a Quito eran las once de la noche por acá. Mis familiares y mis amigos (una verdadera tropa juntos) estaban esperando impacientes. !Qué momentos más emocionantes volver a vernos, besarnos y abrazarnos!. !Emociones de las de verdad por su sincera pureza!. Después… la consabida fiesta en casa de Pablo Montenegro. Total,que al final, en plena madrugada, he llegado a mi cama y he quedado dormido ipso facto.
A la mañana siguiente (hoy mismo) luce un sol primaveral en Quito.!Qué linda es la luz en las mañanas primaverales ecuatorianas!. Ya en la calle le he visto subir la cuesta de La Gasca. !Es él!. !El viejo abuelito Oswaldo!. !96 años de edad y todavía una mente completamente lúcida!. Cuando me ha divisado ha levantado los brazos con enorme alegría,ha lanzado un grito de emoción y nos hemos fundido en un profundo abrazo amistoso. Yo que pensaba que nunca más volvería a ver al abuelito Oswaldo…
Así que nos hemos ido a nuestra querida cafetería de la Universidad Central de Quito a charlar como dos camaradas de la vida. !Cuántas preguntas me hace Oswaldito!.!Qué emoción hablar con él!. Cuando ha tenido que irse yo me he quedado tranquilizando al espíritu mientra observo, oigo y escucho a los gorriones. Nunca me olvido que hace 4 años, aquí mismo, escribí mi poema “Gorriones con quien hablar”. Un poema al cual tengo un cariño muy especial. Bueno. Pues esto ha sido mi reeencuentro con América. Por delante queda toda una vida. Por detrás miles de recuerdos que comienzo de nuevo a revivir.