Hoy la larga espera toca a mi puerta
y la nostalgia brota de mi piel,
tu fantasma le hace el amor a mis recuerdos
mientras tu aliento deja un espacio vacío entre mis labios.
Hoy el viento frío golpea mi rostro
lanzando palabras gastadas a mi cuerpo,
gastadas de tanto verse, gastadas de tanto irse,
de escucharse, de leerse, gastadas de vivir,
gastadas de esperar; tan gastadas que a la larga
se vuelven irremediablemente silencios.
Un quejido a lo lejos me despierta y te recuerdo,
tarde gris, sombra fría, húmeda,
que lentamente recorre mis abismos
y en mi subconsciente duerme, reposa tranquilo.
Sólo espero que salgas de ahí
que vueles al infierno, al inframundo;
tú, mi incubo, mi veneno, profundo, inacabable.
¿Quién se acabará primero? No importa…
Lo único que importa es la soledad, nuestra compañera mutua,
aquella que transforma mi piel en tu silencio y tu silencio en frío abrigo,
aquel que me deja morir lentamente
porque tu silencio y tus ausencias son interminables.