Muchas veces me he hecho esta pregunta y no acierto del todo a contestarla con valores absolutos. Hoy pienso sobre aquel grito que lanzó, a manera de banderín de enganche, el ilustre revolucionario francés Rabaut Saint-Etienne (diputado de la Asamblea Constituyente de la Convención Francesa de 1792): “”Nuestra historia no es un código!”. Quería decir, con aquello, que los seres humanos no debían ser prisioneros del Antiguo Régimen sino que, muy al contrario, podían liberarse de él e inventar otra historia (el acto revolucionario por excelencia).
Saint-Etienne invitaba al ser humano a tener imaginación y creatividad para que, con ambas, poder alcanzar las libertades. Era una revolución verdadera. Era la filosofía del porvenir en aquel entonces. Al ser humano lo consideraba capaz de separarse de sus determinaciones naturales e históricas con las que había vivido encadenado.
Efectivamente, desde su punto de vista, debemos pensar que la historia se conoce más bien como contraria a la libertad del ser humano porque es, en sí misma, un código.
Saint- Etienne derribaba a la historia como creadora de libertades y a ésta la basaba en las liberaciones (liberación va más allá que libertad) de las clases sociales, de las familias, de las herencias naturales, de la genética incluso… pero para conseguirlo el ser humano debe poner una inmensa voluntad individual para superar al determinismo histórico.
Yo me pregunto ahora por la famosa ecuación de las “circunstancias” de Ortega y Gasset y de todo eso de “las causas y las consecuencias”. Si somos consecuencias de actos anteriores y estamos determinados por un “yo” lleno de circunstancias… ¿es posible la libertad?.
Pienso que sí. Pero desde un punto de vista relativo. Las libertades las vamos consiguiendo a medida que vamos logrando liberaciones personales y las libertades (o mejor dicho las liberaciones) son siempre de orden revolucionario e individual.
Bueno. Dejo la interrogativa en el aire. Otro día hablaré de lo que entiendo por liberaciones.