Refleja,
éste fresco inmaculado,
el más bello idilio, por mi imaginado,
representación a fuerza, de la vida
y el oscuro anhelo que alimentan mis días.

Imagen pictórica,
de trazados abigarrados,
que se ciñen a las leyes dictadas
por el decoro y lo impoluto.

Que avivan,
un corazón juvenil,
que late febril, apasionado
por aquello que lo hace feliz.

Lo confieso,
elude mi comprensión,
los contornos que la hallan
a mis ojos perfecta,
ni en que consiste tal perfección.

Sin embargo,
gracias a su divina esencia,
me siento, yo, a mi mismo,
y abrigo toda la dicha
en la inmensidad de su ausencia.

Tornándose el azar,
en la duda sigilosa,
y el destino,
en el perfecto celestino
al momento de inspirar mi tristeza.