Ramón, el viejo pastor, subía por el caminito en dirección a la casa de su hermano Federico…
Las aguas empezaban a caer entre algún que otro paraguas abierto. Y Ramón a sus 90 años tan ágil como siempre, esquivaba la lluvia con carrerillas que lo resguardaban de mojarse, de portal en portal, hasta llegar a casa de su hermano mayor…
La comida estaba casi a punto, en las calles del pueblo prácticamente no había nadie, la lluvia descendía sin prisas, gota a gota, hasta desplomarse muy finamente sobre tejados viejos y sabios de tanto mirar. Y escuchar: “¡…de tejas para arriba no es del hombre!”
Las pocas chimeneas que había… humeaban, dando al entorno un aroma muy característico.
Y Ramón junto a su hermano mayor y la familia, allí sentados, comían y bebían plácidamente.
Federico, de 97 años aún conservaba una vieja estufa de leña, pero que él utilizaba con cáscaras de frutos. Decía funcionarle muy bien.
Ambos hermanos tenían el rebaño de cabras y ovejas, algo de tierras y algo de frutales… Tenían una casa dividida por dentro, en dos partes, una para cada familia.
Vivían junto al campo, pero tocando al núcleo urbano. Simón era el otro hermano,el mediano, vivía en otra casa a unos cinco kilómetros del pueblo, con el padre, Gerardo
La madre de estos hermanos ya había fallecido muchos años atrás, de muerte natural.
Dos veces al año, uno de los hermanos, iba con el padre a la capital, para la revisión médica. Normalmente conducía el Padre, pero aquella tarde no le apetecía.
Siempre que se veía al padre, podía verse a su fiel perro junto a él. Este animal era muy curioso porque nunca estaba pegado, tampoco alejado, era un animal que estaba cerca, sin perder de vista a su amo.
Este detalle los vecinos del pueblo ya lo conocían, de manera que siempre que veían al perro deambular tranquilamente, significaba que Don Gerardo, el padre, no tardaría en aparecer, y así era, nunca fallaba… Por allí se decía que tenían como un vínculo sin palabras, era una conexión psicológica entre ambos.
Catalina era una mujer muy simpática y alegre, de aspecto saludable, era la hermana mayor de Gerardo, vivía en la otra punta del pueblo, vivía sola. Y casi siempre estaba con una de sus primas, la mayor, que curiosamente vivía en la casa contigua, con toda la familia. De manera que Catalina prácticamente nunca estaba sola, además, casi siempre tenía para dormir en su casa, alguna sobrina o sobrino.
Catalina nunca había dejado su afición a escribir poesía, otras veces la recitaba,y lo hacia con gran entusiasmo.
Federico y su padre, ya bajaban por la carretera local, en el asiento trasero se veía el perro quieto, contemplando el paisaje enmudecidamente.
Era una carretera estrecha y con curvas, en aquellas primeras horas de la tarde aun quedaba niebla, la lluvia volvía mucho más prudente a Federico…
Gerardo y Federico llegaron al vestíbulo del ambulatorio, a la entrada del ascensor había bastante gente esperando, casi toda aquella gente era de la tercera edad. Se miraron y con decisión subieron a pie hasta la tercera planta. Y allí sentados y charlando esperaron los diez o quince minutos que aun faltaban para empezar las visitas. Muy posiblemente iría todo rápido, como siempre. A Gerardo no le gustaba dejar al perro sólo dentro del coche, según comentaba a media voz a su hijo…
Se oyó decir …” el siguiente…” y ambos se levantaron y entraron en la salita…
Y justo después de oírse un: “ Don Gerardo está usted muy bien para la edad que tiene”. Salieron de allí dentro en dirección al coche, y poco después abandonaban la capital en dirección al pueblo, lugar que a buen seguro los reconfortaba.
Retratos muy pintorescos y divertidos, sencillos. De verdad, si esa gente que describes está sólo en tu imaginación, al menos a mi me has hecho creer que son de carne y hueso. Un saludo.
Wersemei, olvide decir que desconozco si habrá segunda parte. Creo que la mayoria de pueblos tienen algo que los hace especiales. Por cierto mientras escribía veia a Gerardo como un hombre mayor, creo que esa es su edad: la de un hombre mayor. (Sospecho que en nuestra actual sociedad nos meten muchas prisas para crecer (no confundir con evolucionar),el síndrome de la aceleración también es eso, el problema es que está todo muy encubierto y sutilizado, disfrazado…
Gracias por tu comentario.
Tengo una amiga alemana a la que le encanta el paisaje de España, sobre todo el de La Mancha, porque dice que así ve el horizonte, lo que no ocurre en Alemania, todo cubierto de árboles gigantescos. Bien mirado, tiene razón, aunque a mí me producen envidia esos árboles.
Gracias a tí por aclarármelo.
Carlota, mientras imaginaba este cuento y lo escribia me llegaban recuerdos entre mezclados de esas llanuras manchegas, quizás su origen. Concretamente allí donde se encuentran Albacete y Cuenca. Donde mirar el horizonte Descansa, por lo menos a mi.
Agradezco tu comentario.
Feliz Momento Nuevo.
Si he leido bien Federico tiene 97 años…¿Qué edad tiene el padre ¿Gerardo?… jajaja y encima conduce el coche (aunque esta vez no le apetecía).
Ese pueblo ha de ser muy sano.
Ya nos contarás.
Un besote.
Me gustaría que me dijeras en qué región se supone que vive esta familia. Es que, sabes, es un detalle fundamental para mí, no sé si para el resto de tus lectores.
¿Va a haber una continuación? Me encantaría, porque el esbozo que has hecho ya atrapa totalmente la atención.
Saludos, Volskiervers