Antes de quedar dormida sólo me permito acariciarla una vez más. Y mañana, cuando la alborada nos descubra con mi mano izquierda sobre su rostro juvenil, para ocultarlo de todas las insidias, seguiremos adelante con nuestra ensoñación… aunque nuestros únicos amigos sean los humildes gorriones de la sencillez y nuestras únicas compañeras las golondrinas que anidan en el Almendro de la Primavera. Y también, ¿por qué no?, las parejas de mirlos que se enamoraron en los parques y en los bosques sin tener que pedir perdón a nadie por amarse en el espacio blanco de la Conciencia, allí donde sólo la Nobleza es el Sentimiento y sólo el Compromiso es la única Razón para la Magia…
(“Mi amada Princesa: te siento en este lugar donde puedo llevarte a la luz del Sol; allí donde todos mis sueños son lo único que deseo; allí donde los marginados imaginativos actos de mis realidades son pura fantasía envuelta en pétalos de poemas. Y así puedo construir una forma de ser feliz para la Vida. Mirarte a los ojos con amor y medir en ellos las primaveras a través de la ternura de tus manos porque son ellas los lagos donde se bañan, pacíficamente, los cisnes de la Ilusión. En medio de este lugar tú eres para mí la Paz, porque reposas tu corazón dentro de mi alma… y de tanta dulzura que repartes a mi existencia sólo puedo vivir amándote sin esperar al dolor; sabiendo que eres la esposa que sonríes en las tardes soleadas del espacio terrenal por donde vas caminando suavemente. ¿Poeta de saberlo todo?. No. Sólo soy poeta de sentirlo todo y de no saber casi nada”).
Llueve torrencialmente. Un rayo de luz alumbra toda nuestra alcoba y ella, asustada, aparta bruscamente mi mano de su rostro y se excita mientras otro rayo de luz la anega de plateadas luminiscencias…
– !Pinocho!.
– No te preocupes, Greta… Pinocho sólo está escribiendo una carta a Pocahontas desde el País de la Poesía.
(fragmento de la novela Greta (II) escrita por José Orero De Julián “Diesel” y Liliana Del Castillo Rojas “LaGaviota Roja”).