Vamos a matar al monstruo de hoy o vamos a ignorar al de siempre
contando una historia hablando de palomas.
. En la preciosa ciudad de Santander hay muchas, y comen, muy agradecidas, arroz de la mano. Siempre contentas.
.Una niña iba a comenzar su primer libro de las vacaciones de 1991. Se sentó en la silla de su tía-abuela, dentro de un balcón cerrado de los muchos iguales que, entre esas calles, se enmohecen. Estaba en el último piso del bloque y conservaba un olor muy particular y mágico. Se asomó a contemplar un cielo casi permanentemente nublado y luego miró abajo. Había una paloma confiada en la calle, buscando comida entre los transeúntes. La niña quería mucho a las palomas. Era muy sensible a los animales en general. Eso era AMOR. Corrió rápidamente hacia aquella típica cocina de Santander para coger pan “¿Qué haces?”. Volvió rápidamente al balcón y comenzó a tirar miguitas intencionadamente dirigidas hacia la acera. Allí la paloma no correría peligro. Pero una de las migas cayó en mitad de la carretera. El corazón de la niña se aceleró vertiginosamente. El bús también aceleró. Cuando la paloma se perdió bajo el automóvil hubo un instante de dolorosa duda. Pero la puta mierda de verdad es que salió por detrás convertida en trizas. La niña tardaría casi un mes en abrir nuevamente el libro. Esa irresponsabilidad fue su primer gran fracaso.
Un comentario sobre “Hablando de Palomas”
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Sensibilidad a las palomas, a la naturaleza en general, a todo lo que nos rodea. Seres tan sensibles en un mundo tan dañino… Un hecho tan insignificante para muchas personas, deja huella en otras pocas.
Muy bueno..