Un hombre caminaba tranquilamente con su perro por el campo, paseando y tarareando una melodía. Estaba contento.
De pronto, encontró una bicicleta tras unos árboles, parecía como abandonada, aunque no se veía muy descuidada… La cogió decididamente, sin ningún miramiento, y se la llevó a su casa, allí la acondicionó. Pero… luego advirtió que desde mucho tiempo atrás no subía en bicicleta, con lo cual…
Recordó que en el centro del pueblo vivía un hombre que había sido maestro de escuela y acróbata en un circo, así que se encaminó hacia aquel domicilio.
Aquel hombre lo recibió atentamente: “¿En que puedo ayudarle pues, buen hombre?”
“¿Puede enseñarme a ir en bicicleta?”
“¡Sí, no hay problema, salvo que… ¿Tiene usted bicicleta?”
El caminante respondió esto: “Ah, precisamente encontré una en el monte, mientras paseaba.”
Y el maestro dijo: “Pues si ya tiene, puedo enseñarle, a mi me robaron la mía un tiempo atrás, no hace mucho, algo de disgusto llevo.”
Pasaron las semanas, el hombre que había aprendido a ir en bicicleta dijo: “¡Estoy muy agradecido por el favor que me ha hecho”.
“¿Cómo podría recompensarlo?”
“Pues, he descubierto que la bicicleta que usted encontró, es la que me robaron los ladrones, ¡Me gustaría recuperarla!
¿ podría dármela?”
El caminante cabizbajo y triste e impotente, y a la vez comprensivo, se la entregó, y se fue llorando de pena, con la duda y el dilema entre ceja y ceja, por haberse quedado sin bicicleta. Por la duda de si entregársela o no.
Al cabo de un tiempo, el maestro llamó a la puerta del caminante y le dijo: “Le estoy muy agradecido por haberme entregado la bicicleta, he tenido recuerdos de cuando paseaba por estos campos, ha sido muy gratificantes para mí, ¿cómo podría recompensarlo?”
El caminante dijo: “ Desde que no tengo la bicicleta, mi vida aquí es aburrida, y quiero irme a vivir con mi hermana, que también vive en el campo. Pero no tengo medio de transporte, ni demasiado dinero… ¿Podría darme la bicicleta para viajar al extranjero, a casa de mi hermana?”
El hombre que había sido acróbata en el circo, dijo con cierto lamento:”¡Si le doy la bicicleta para que usted pueda viajar, me quedaré sin ella nuevamente!”
Entonces el caminante, con actitud pensativa respondió: “ Cierto, seria injusto, si yo permitiera eso, me consideraría un trepa, que para lograr sus cosas perjudica al prójimo, pero no sucederá tal cosa, pues mi hermana, conoce a una persona que quiere aprender las artes de la acrobacia, y allí no puede aprender, no hay nadie que se dedique a ello. De manera que como él tampoco tiene medios para desplazarse, le entregaré esta bicicleta para que viaje hasta aquí, le diré que se la devuelva y a cambio usted podría enseñarle las artes de la acrobacia.
Y como yo aprendí gracias a usted, podré utilizar alguna de las bicicletas de mis sobrinos”
Entonces el maestro y el caminante se dieron la mano y acordaron que así lo harían.
Y poco después el hombre que caminaba por el campo y su perro se fueron de viaje. Lejos, donde a quienes llegan, se les llama extranjeros y extranjeras por su lugar de origen.
Y sucedió tal y como cordialmente habían estipulado… Un día, apareció una persona con la popular bicicleta y buscaba la casa del maestro para que le enseñara las artes de la acrobacia…
Y allí las aprendió muy bien. Ambos se pusieron a trabajar, uno enseñando y otro aprendiendo. Y de esta manera fue como quedaron todos contentos.
Y de esta manera deberían negociar algunos estadistas, empresarios y trabajadores,huelguistas y manifestantes y dejar las actitudes trepas, que a cambio de beneficios y mejoras perjudican y pisan a los demás.
Jejeje, Vols… has logrado, como siempre, un cuento muy interesante pero manteniendo esa fina ironía que tanto te caracteriza. Durante un cierto tiempo de años tuve que soportar a un jefe carnicero que no hacía más que ironizar con eso de “con la frugalidad que te caracteriza” (o algo parecido porque ya no lo recuerdo bien pues me caía fatal el tal carnicero) y, mira lo que es la vida, ahora resulta que este asunto de las bicicletas me hace pensar que lo que de verdad caracteriza a un ser humano no es la “frugalidad” (o la tontería que dijese el citado carnicero) sino la nobleza. En fin. El cuento me ha gustado tanto que me ha hecho pensar, recordar y decir adiós a aquellos años de aburrimiento. Claro que con un carnicero de jefe se aburriría hasta Pirulo, el vendedor de caramelos del Parque del Buen Retiro de Madrid… si estuviese todavía vivo.