George Frederic Haendel no fue un predicador, ni tampoco fue un teólogo ni un misionero… pero pudo haber sido cualquiera de estas tres cosas. Lo que sí alcanzó a ser en la realidad fue un genial compositor musical del siglo XVIII y de todos los tiempos. Algo a la altura de Beethoven, Mozart o Bach. Este genial músico cristiano protestante ocupa un lugar destacadísimo en la música clásica y su figura ha pasado a ser patrimonio de la Humanidad sobre todo por su oratorio El Mesías, que va muchísimo más allá de su imaginación cristiana.
El Mesías, su composición más grandiosa, fue compuesta milagrosamente en sólo tres semanas (algo insólito, y propio sólo de genios que nacen desde la más tierna infancia con dichas facultades). Una obra que vino a representar innovaciones en la música del Barroco Tardío (el Barroco del siglo XVIII alemán, inglés e italiano). Un canto sin par que debe ser escuchada en algunas de sus partes (como ocurre en su ¡Aleluya! final) puestos en pie, al igual que siempre hacía el rey Jorge I de Inglatrerra cuando la escuchaba en los teatros londinenses. Es la música de Haendel –en general- no sólo escuchada en iglesias y en recitales de música de cámara, sino que este compositor es escuchado por todos los amantes de música clásica en cualquier ambiente donde se hallen. ¿Quién no ha escuchado, en algún momento de paz y sosiego, el Lago de la Ópera de Jerjes, el Himno de la Alegría del Mundo o el inmortal El Mesías, puntos todos ellos culminantes de la ingente producción musical del maestro de Halle).
Ahora que estamos en Semana Santa escuchar El Mesías de Haendel es algo emotivo y emocional. Esta composición se basa en tres partes: La Primera se titula Profecía y Nacimiento de Cristo, la Segunda es llamada Ministerio y Pasión de Cristo, y la Tercera se conoce como Resurrección y Gloria. Es, por tanto, muy apropiada para ser escuchada en Semana Santa mucho más allá de cualesquiera que sean nuestras creencias.
Priovilegiado del fenómeno sonoro, uniformando instrumentos clásicos y procesando búsquedas realmente hermosas, Haendel compuso con El Mesías una obra eminentemente coral (recitatios, arias y coros) que supuso un verdadero desafío variadísimo en sus series de semicorcheas que obligan a los coros a una destreza vocal impresionante y dirigida expresamente a los sonidos agudos. El Mesías de Haendel es considerado, hasta la actualidad, la obra suprema de las conocidas como oratorios y revela la manifestación humana de lo estrictamente bello, de lo sublime, de lo inigualable.
Iniciando arias de estilo napolitano (acompañadas de orquesta de instrumentos musicales exclusivamente clásicos) alcanza verdaderos momentos sublimes para las voces corales. Van pasando por la obra, arias, cantatas, parlamentos, caracteres de bravura… hasta completar una música narrativa llena de “recitatios” apasionados tan propios de los compositores alemanes del siglo XVIII.
Sus monólogos de temas moralizadores sacados de las Sagradas Escrituras fueron la contraposición a los temas mundanos de la ópera y la culminación del oratorio, un género iniciado en el siglo XVI por Emilio de Cavalieri y que con Haendel llega a la máxima altura, superando incluso al célebre Carissimi.
Haendel supo coordinar las tres influencias de la música de su época (barroco tardío): la italiana, la alemana y la inglesa, las cuales une con singular maestría convirtiéndose en un verdadero cosmopolita del Barroco, manteniendo una alta originalidad y reflejando el eclecticismo musical que ha caracterizado a la música inglesa hasta nuestros días. Es la obra de Haendel, por tanto, un verdadero universo en el que se encuentra el sincretismo de los estilos y corrientes del XVIII pero logrando una unidad de la expresividad dentro del dramatismo (inventó un hecho hasta entonces desconocido: la música cantada) que llegó a todas las clases sociales.
Sus recitattios narrativos son indispensables a la hora de saber apreciar las arias y las proposiciones intimistas en la continuidad de El Mesías, que viene a ser considerada el más grande y más conocido oratorio del mundo (especialmente cuando suena su famoso ¡Aleluya!). El Mesías es oro puro desde el principio al final. Una obra de reflexión densa que, al ser escuchada por Mozart, le hizo decir: “Haendel presiente el efecto mejor que todos nosotros; cuando desea, golpea como un rayo”. Y Beethoven expresó al oírla: “He aquí la verdad”.
Un músico que arranca de tales genios tales reflexiones sólo puede ser, igualmente, un genio similar a ellos. Por eso en el epitafio que hay en su sepulcro de la Abadía de Westminster, se pude leer que “Moldeando la materia, Haendel crea estrellas”.
Estimado Diesel. Estoy de acuerdo contigo cuando señalas que Haendel es (y será siempre siendo) uno de los más grandes genios de la música clásica barroca. Supo ser ecléctico y hacer cruzamientos entre las líneas de la ópera italiana, la música dieciochesca alemana, el estilo ingle´s y algunas gotas más de las tonalidades francesas. !Un maestro sin duda con el que se cer´ró el capítulo de la música barroca -efectivamente es el Maestro del Barroco Tardío- pero con el que se abrió toda una pléyade de música cantada en el XVIII y principios del XIX. Hoy se le sigue escuchando siempre al Maestro Haendel que impuso una música más allá de su carácter religioso.
En Alemania, Haendel aprendió la coral y la música de teclado de su paísnatal así como los estilos francés e italiano, durante su estancia en Italia estudió la ópera italiana y la música instrumental de Corelli (que tanta influencia ejercería en él) y en Inglaterra (país donde se quedó a vivir nacionalizándose inglés) aprovechó los conocimientos de Harry purcell. Haendel supo asimilar estas tendencias y crear un estilo propio. Sus óperas volvieron a tener las formas de óperas serias, particularmente bajo las influencias de Scarlatti; estaban constituídas por recitativos y arias, con muy pocos conjuntos y coros. Este gusto por el estilo dramático llevó a Haendel a sus oratorios, composiciones sin carácter propiamente religioso (aunque El Mesías es el máximo ejemplo mundial) pero en donde el coro tiene un papel muy importante. Su sentido de la arquitectura, confirmado en la impetuosidad de su estilo, enriquece el poder expresivo de su música. Con Haendel terminó, efectivamente, la era del estilo barroco europeo. Es sin duda, como afirmaís los dos (Diesel y Carolina) uno de los más grandes genios de la música clásica, que conoció la fama y el éxito en vida pero también el dolor y la enfermedad. Todo ello lo llevó a ser grande entre los grandes.