Se hace de noche, poco a poco, en Las Torres. Me encuentro entre el diccionario, mis neologismos imaginarios y un bocadillo de lomo…
Al menos en el argot de la vida aún me quedan suficientes metáforas como para conseguir llenar al vacío existencial de mi vecino, con un lenguaje lleno de pleonasmos. ¿Para qué perder el tiempo en trayectos sobre el cemento de los cementerios si existen los caminos verdes de la vida?. Hacia estos caminos he ido todo el dia paseando por el túnel-tensión de los pensamientos bajo el sol. Abrevadero sol para el atardecer sediento.
Se ha acabado la hora del sol y comienza el momento de la luz. En ese sentido somos como un circuito de poetas absolutamente comprometidos al eje coordinado de todas nuestras materias. Parecemos un motor de esperanzas. Y al final resulta que el mundo es, solamente, lo que dijo Henri Fréderic Amiel: “el hombre que pretende ver todo con claridad antes de decidir nunca decide”. Estoy toalmente de acuerdo con la frase. Los ateos y los agnósticos son, bajo mi modesta opinión, así.
Me absorbe la Tierra, me quedo sentado sobre una estrella y decido llamar a Cristóbal Colón para conquistar un Nuevo Mundo.