Fue esta historia la de Alguien, que en su camino encontró una gran puerta y junto a la puerta, un Guardián.
Alguien preguntó al Guardián si “¿Puedo cruzar la puerta?”, pero este respondió con sereno y rotundo No.
Ante la firmeza de la negativa, Alguien retrocedió y meditó durante largo rato la manera de seguir caminando.
Volvió y pidió si “¿Me deja pasar?” y de nuevo No puedes pasar.
Así que continuó meditando el por qué del impedimento.
Pasados unos días regresó ante la puerta y afirmó “¡Quiero pasar!”, pero el guardián replicó que No puedes pasar aunque quieras.
Alguien se desconcertó ante tamaña revelación, no podía pasar.

Decidió hacer amistad con las semanas y así pasaron los meses.
Alguien se limitó a la meditación durante siete años, y cuando regresó era Alguien diferente y con diferente ánimo grito vehementemente que ¡Voy a pasar! Y hubo un silencio profundo roto por el Guardián cuando dijo que No vas a pasar porque no puedes pasar.
“¡Exijo que abras la puerta para mi!”
Y se escuchó que esa puerta no sería abierta por nadie más.
“¿Qué hay detrás de esa puerta?” dijo alguien con desesperación
Y la contestación fue que Detrás de esa puerta habrá otra puerta con otro Guardián y de igual forma te dirá lo mismo, que no puedes pasar.
Ante la imposibilidad de continuar su camino Alguien se derrumbó y nunca más volvió a tratar de cruzar la puerta. Así pasó su vida.
Ya a punto de morir, Alguien regresó ante el guardián y con la tranquilidad de quien no tiene nada que perder dijo:
“No he podido cruzar, ya nunca más lo intentaré. Pero dime, por favor, ¿por qué esa puerta siempre ha estado cerrada para mi”
Y el guardián solo respondió que En eso te equivocas, la puerta siempre ha estado abierta para ti, pero tu nunca la has cruzado”
Entonces Alguien comprendió y sin nada que ganar murió.