Han llegado los estudiosos actuales de la guerra a determinar que hoy ya no es un fin sino una forma de interés político que se extiende a todos los sectores de la vida. Ya no son mercenarios profesionales quienes entablan combates sino que todos los ciudadanos se ven implicados en ellas. En la guerra, la violencia, las fuerzas mecánicas y hasta la brutalidad predominan sobre la persuasión y la razón. Los psicólogos y psiquiatras indican que es algo así como un estado de enajenación colectiva, como una locura generalizada, como una psicosis nacional con efectos de muerte colectiva.
Los seguidores de las teorías de Lamarck se basan en su justificación alegando aquello de que el animal fuerte sobrevive y el débil sucumbe; pero sin embargo Nicolai, en sus libros sobre biología de la guerra, niega esta veracidad en los humanos ya que estos establecen escalas de valores que no poseen los animales. Por eso las guerras actuales hacen triunfar muchas veces a los débiles sobre los fuertes.
Cuando Hitler acudía a la biología para justificar que la guerra es un fin cometía una de sus muchas equivocaciones (pues se sabe que era más bien corto en los planos intelectivos, artísticos y culturales). Y hay estudios muy interesantes en psicología general y psiquiatría especial que demuestran que quienes aman y adoran las guerras es porque carecen del suficiente desarrollo amoroso o porque subliman su líbido por causas patológicas; como le ocurría a Hitler, el cual se extasiaba tanto en sus proclamas públicas de carácter bélico que, según cuentan quienes estuvieron a su lado, se orinaba en los pantalones en medio del discurso. Es también muy interesante, pero digno de otra rellexión paralela a esta, estudiar la sexología de Hitler (que avergonzado de su manifiesta homosexualidad mandó asesinas a ún alto número de gays y se¨”inventó” sus amores con Eva Braum).
Plotinus, un filósofo alejandrino del año 250, ya señalaba en aquel entonces que el amor no satisfecho se transforma en rabia y odio hacia la humanidad.
Y es que castrense y castrar pueden tener más relación de la que en principio pensamos auqnue deriven de palabras distintas (castrum/castrensem y castrarem respectivamente) Y quizás la famosa frase “Haz el amor y no la guerra” tenga mucho más contenido que lo puramente simbólico de su slogan.
Saludos Carolina:
Me ha encantado tu trabajo. La realidad coincide con ciertas tipologías. Desde una perspectiva clínica es siempre adecuado ver la personalidad como un Todo. Existen consistentes causas que provocan efectos, así como sabemos que todo abuso de autoridad supone una fórmula de compensación afectiva ante carencias graves. Los “seres infames (Foucauld)” han mostrado su naturaleza con total impiedad; no obstante si perfilamos objetivamente sus motivaciones, descubriremos que tendemos a aumentar la sombra. La soledad, de un hombre como Hitler, es una forma de locura y el ejercicio de sus paranoias es una manaera de encuentro con “un ideal instalado en su insconciente”. Freud también mostró una parte de su sombra; Jung…también se apunta al carro….El cuidado hay que ponerlo en la objetividad, sin olvidar que todo daño inflingido a la humanidad es un “genocidio”. Felicidades y saludos.