Como un templo caído, en mi pecho se acumula escombro
entre nudos de alambre que, al respirar, dañan las entrañas.
Plásticos arrugados por una fiebre que no cesa de quemar
y el humo continua existiendo, no se extinguirán las llamas.
Sobre tantos deshechos habré de construir un nuevo mundo
levantando altos pilares asentados en la sangre petroleada;
amarilla piel seca, plagada de manchas será nueva máscara
y la frente calva, abrasada, volverá a mirar hacia el futuro.
Vaya, nunca creí acabar así, sufriendo tan larga enfermedad
que no me matará mañana, triste cruel aprendizaje perpetuo
viviendo consciente hasta el gran final, ya no hay remedio.
Es lo que me espera hoy no me resigno, ya se cual es mi sino
olvidar lo que he sido amando ahora a millones de parásitos
mientras hacen de mí un inmundo vertedero de sueños.
Ufff Condenato, qué duro y amargo…, ver cómo se apaga el cuerpo…y aún así, seguir apostando por la vida. Me recuerda tu texto a sillones de skay, a máquinas y cables, a veneno en papel de plata…me ha impactado tu vertedero de sueños. Un abrazo