De color plateado era el tenedor, que aun no se sabe como empezó un extraño baile danza con un huevo descascarado.
Todo esto ocurrió en un plato de blanco color, este plato muy poco sabìa de esto.
Al poco después apareció una indiferente sartén, que la visita de una botella de aceite recibió.
Desentendido el tenedor, el huebo mareado y abatido sólo se quedó, echado en la sartén, con el plato ausente.
Bajo la sartén la temperatura aumentaba lentamente, el huevo sufría y trataba de huír, pero no podía.
Fue entonces, antes de sucumbir que descubriò toda la trampa, un juego mortal.
La sartén a solas se desapareció.
El plato disimulando pasividad sostenía el cuerpo del huevo, ¡fueron llevados a una mesa!.
Poco despúes se escuchó: ¡Este huevo frito está muy bueno!
Irónica composición pero llena de ocultas reflexiones que viene muy bien a tener en cuenta. Hace falta imaginación para entender quiénes son los huevos que arden en la sartén y quien sostiene la sartén por su mango. La pasividad sostenida da la sensación de que podemos sucumbir ante la trampa.