Imaginó el frío que haría, estaba a gusto,calentito, abrigado hasta el cuello con las dos mantas. Pensó que pronto sonaría…En efecto, un timbre alarmó el silencio que reinaba en la múltiple habitación. De la hilera de camas empezaron a brotar cuerpos somnolientos, algunos con los ojos aún cerrados. Miquel los abrió y distinguió a sus compañeros de cuarto, buscó con la mirada a su amigo inseparable, no estaba, la ropa de la cama revuelta, la puerta del armario abierta: se había levantado. Contó hasta tres y pegó un salto desperezándose, tomó la toalla y el jabón y se encaminó a los lavabos.
Fernando se cepillaba los dientes.
-Nando, he soñado que…
-Ya lo sé, lo mismo que yo.
-Entonces… ¡es real! ¿Qué significa? ¿Qué nos ha pasado?
-No te rompas la cabeza, no creo que saquemos nada en claro. Yo, ya lo he intentado y cada vez estoy más liado, hace rato que me he levantado y no he podido dejar de pensar.
Dijo las últimas palabras dándole una palmada en el hombro.
Después de lavarse, los chicos como cada día, hacían las camas. Se llenó el dormitorio de voces, los chicos exaltados no paraban de hablar. El Hermano Gabriel no cesaba de poner orden, pero, ¿quién para a un niño?
-Silencio, silencio.
Ni caso, se diría que al secarse la cara, el sueño y la pereza de antes habían quedado impregnados en la toalla. Como quién se quita una máscara.
-Silencio, ¡a callar! A medida que vayáis terminando os ponéis aquí junto a la pared. Venga, rápido, colocaros en fila, venga, así, uno detrás de otro. ¿falta alguien, estáis todos? Bien, ahora despacio y sin hacer ruido podéis bajar, id directos al comedor.
Fueron directos al comedor. Al entrar por la puerta se abalanzaron sobre un cesto, cargado de pan bastante tierno, estaban hambrientos, brazos y manos sin cuerpo, atrapaban rebanadas de dos en dos…o mejor de cuatro en cuatro. Luego ya sentados, devoraban sus tazones de leche en polvo y las rebanadas de pan untadas con mantequilla.
En la primera clase, Andrés que se sentaba detrás de Miquel, le preguntó si irían a la casa. Confundido e intrigado respondió:
-Sí, sí que iremos. Díselo a Javi y a Nazario.
¿Existía la casa?, claro que sí, si Andrés le preguntaba por ella es que lo habían hablado, ¡era verdad! Pues irían todos a verla, qué importaba, fuera del sueño era una simple casa abandonada.
La mayor parte de los chiquillos pensaban absortos en las Navidades, cada vez más cercanas. Miquel no pensaba en Torredella. Nando tampoco se recreaba en esos pensamientos. Los dos muchachos se encontraban muy lejos de allí, sumidos en el vacío, tratando de penetrar por una puerta infranqueable. Cuando pudieron estar a solas siguieron sin entender el significado de la aparición. Quizás no tuviera ninguna explicación aparente.
-Tan sólo fue una visita…pero bueno, estas cosas no suelen suceder…en fin.
Decidieron esperar y obrar como si nada hubiera ocurrido, aunque resultara imposible para sus adentros. Tal como habían acordado el día anterior, en el recreo del mediodía, cinco muchachos rompieron una vez más las normas, adentrándose en lo infinito del bosque. Pronto divisaron la casa y era simplemente eso, una casa; pero no la que Miquel y Nando esperaban ver. La casa parecida, estaba mucho mejor conservada, casi recién pintada y cuando trataron de desencajar los barrotes de la ventan, éstos no cedían, fijos en su sitio, sin vestigios del recuerdo, nada, aquellos barrotes llevaban allí siglos, quietos, inmóviles, indiferentes a un sueño inquieto. No existía entrada alguna por lo que tuvieron que desistir de su idea.
-Los deben de haber soldado.
-¿Y qué hacemos ahora?
-Podemos jugar al escondite, así nos calentamos…tengo el cuerpo helado.
A todos les pareció bien. Nadie se dio cuenta de que aquel frío no era natural, su contacto no era puramente físico, la esencia desangelada no era humana, su presencia iba más allá, advertía un peligro, un conocimiento perpetuo de flaqueza, una enfermedad que debilitaba el pensamiento. Esta atmósfera febril que intentaba explicar algún secreto no la percibieron los chicos. Tampoco un anciano sabio dedicado al estudio del alma hubiera detectado vibración alguna. Una hora y media más tarde regresaban cantando villancicos.