IMAGINACIÓN ATRAPADA (X)

Al cabo de una semana los amigos volvían a sus actividades aventureras, a sentirse prófugos del laberinto de piedra. Brotaban los laureles de una desaparecida infancia.
Volvieron las correrías por el bosque, a su “rincón”, a la “casa del árbol”. Y una mañana, incluso se atrevieron a acercarse a la Cartuja y a espiar a los monjes que tendían la ropa en unos alambres colgantes. Otros pasaban con sus burros por los caminos que conducían a los campos que sólo ellos pisaban. La Cartuja estaba rodeada de huertos. Siete u ocho Monjes escarbaban la tierra con azadas. Por todas partes cruzaban unos canales, de manera, que cuando giraban el grifo del depósito de agua, ésta se apresuraba a recorrer el camino trazado para regar las hortalizas.

Con cuidado de no ser vistos, entraron dentro del caserón, aquello era enorme pero muy pobre, se notaba que aquellos señores cuidaban más sus almas que su morada. Parecían gentes sencillas, confiadas. En una habitación espaciosa trabajaban en las artes. Uno pintaba un cuadro, que los chicos, no llegaban a ver desde el pequeño ángulo de la puerta. Unos construían, con arcilla, vasijas, cántaros, estatuillas…mientras otros se afanaban por pintarlas, ahora con un pincel fino, ahora con uno más grueso. Aquello era hermoso, qué paz, qué retrato tan bello el que contemplaban sus ojos llenos de admiración. Sin embargo sus facciones no denotaban felicidad, muy al contrario, se diría que una pena muy profunda asomara en sus ojos, en las frentes venosas, en todo su ser.
Miquel entendió perfectamente por qué aquellos hombres no abrían la boca. No les hacía falta hablar, sólo sus cuerpos lo decían todo. Sus palabras hubieran pecado de soberbia, era mejor así, hablar lo imprescindible.
-Deben ser muy sabios.
-…y bondadosos.
A esto que apareció de súbito una larga y enjuta figura que les devolvió al presente y les rompió el encanto de aquella imagen.
-Eh, vosotros, qué hacéis ahí espiando.
Echaron a correr sin responder.
-Sinvergüenzas, volved aquí.
Sin problemas, salieron tal como habían entrado y no miraron atrás hasta que se vieron a salvo.
-Qué mal genio tenía el hombre…con lo tranquilos que parecen.
-Al fin y al cabo, son humanos, pero ha sido una excursión interesante.
-…y divertida.
Otro día se les ocurrió a los cinco amigos, aventurarse por la noche en el bosque, aprovisionándose en la cocina de algo para comer y freírlo en un buen fuego de leña.
La única salida que tenían a esa hora, era el ventanal de la cocina que daba a los corrales. De allí sólo les impedía el paso, una verja algo alta pero no imposible de escalar. Una vez que el hermano tutor se retirara a su cuarto, se reunirían en los baños.
Serían las doce pasadas, el Hermano Gabriel dio su último paseo por el corredor, vigilando a los durmientes, se le oyó dirigirse a su pequeño cuarto y cerrar la puerta con llave. Al instante aquello apagado se encendió y comenzó a cobrar vida, muelles que chirrían, siseos y pasos sigilosos. Los cinco muchachos reunidos en las duchas, enroscados cada cual en una manta, aspirando ese mal sabor del primer cigarrillo. Bajaron las escaleras en espiral alumbrados por una linterna. Al entrar en la cocina dieron un salto atrás asustados, la luz estaba encendida, pero ¿quién podía ser?, a esas horas no, era imposible, todos debían estar durmiendo. A quién le tocó asomar la cabeza se le escapó una risa que los demás hicieron que cesara poniendo un dedo en los labios, todos a coro dijeron:
-¿Qué pasa?
-¡Mirad!
-Vaya…pero si es…
Claro, era una enorme luna reflejada en los cristales.
Sólo encontraron pan, cualquier cosa era buena, llenaron una bolsa.
Javier era este mes el sacristán,-los turnaban cada dos semanas para ese menester-, así que tenía la llave de la Sacristía; se llevaron media botella de vino dulce, el que se utilizaba en la Misa. Entraron de nuevo en la cocina, abrieron el ventanal y salieron a los corrales. No les costó demasiado-eran ágiles- saltar la verja. Apagaron la linterna, veían perfectamente sin ella. Era hermoso andar por el monte, bajo el firmamento chispeante. Miquel sintió la agradable emoción de contemplarlo y recordó las noches estrelladas de Torredella, “su estimado pueblo”. Iban en silencio, más sus interiores hablaban de lo mismo. Llegaron a una explanada donde unas piedras calcinadas en forma de círculo, denunciaban su propósito, las ramas secas puestas sobre papeles prendieron felizmente para los muchachos, que ya empezaban a temblar de frío. Cubrieron el suelo con dos mantas, con las otras tres se abrigaron por encima. Aquello calentaba de primera. Tostaron el pan ensartándolo con palos. La botella de vino amoscatelado iba pasando de mano en mano, o mejor dicho, de boca en boca. Llamaron a aquel lugar, las “siete esquinas”. El pasillo formado por siete árboles les dio el nombre.

Un comentario sobre “IMAGINACIÓN ATRAPADA (X)”

  1. He leido los diez capítulos de tu novela, y he de decirte que no dejes nunca de escribir, porque vas a ser un magnífico escritor. Sólo espero, que cuando estés en la cúspide, te acuerdes de Vorem, pues probablemente sea la cuna, de algunos magnificos escritores como tú.

    Un saludo.

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