Excitados por nuestras formas,
haciéndonos el amor, todo parecía perfecto,
hasta que de pronto algo ocurrió,
me invadió una extraña sensación, una premonición,
flechas salvajes, cayendo sobre mi corazón.

Un sorbo de distracción, me ayudó de descifrarlo,
en la ambigüedad de tu mirada,
en tu sonrisa acabada, en tu fogosidad apagada.

Reconociste el momento, me miraste tristemente,
te sentí distante, no estabas conmigo,
tú, mi mujer; él, mi amigo,
recuerdos quietos, congelados en mi mente.

Instantáneas de una locura ordinaria,
Juntos. Seduciéndose. Devorándose.
Como caníbales, durante un siniestro ritual,
desollándose mutuamente, saciándose de deseo,
en cada rasguño, en cada gemido, en cada mordida,
entregando la vida, entregándose a la vida.

Un nuevo momento, te hace mirarme a los ojos,
y te obliga a hacer promesas perdidas,
hablas de arrepentimiento, de confusión,
antiguos sentimientos alojados, ahora expulsados,
intentas pedir perdón, empezar de nuevo, disipar el rencor.

Olvídalo.
Ya pague por dejarte sola. Aún tengo al sol para besar tu sombra.

Despavorido, atravieso el torrente humano
de oleajes encontrados, por el cauce de los celos,
esa formidable emoción, amalgama perfecta entre amor y odio,
capaz de invocar por igual, Ángeles y Demonios.

Dominado por mis bajos instintos, me siento distinto,
disfruto de mis excesos, ya no saben a pecado,
durante mi letargo, recaigo en tentación,
presa del mal, con el alma agrietada,
confundo el amor con compañía.

Una mujer, relámpagos de alcohol, otra mujer,
después de beber y gozar, una vez y otra más,
no queda más por beber y nada que fumar,
solo las mordidas infectadas, infligidas por los vampiros de la ansiedad.

Así volví solo y cansado, resignado, ebrio, desquitado,
me siento verdugo, culpable, profanador,
Maldito corazón delator,
que traiciona y muestra al desnudo sus miserias.

Infidelidad, que Hiere. Muere. Mata sin muerte alguna.