Amigo Viajero:
Recibí la noticia de tu marcha demasiado tarde. Te ibas. Sin despedidas, sin buenos deseos, sin un”Te echaré de menos”. Simplemente un “Me voy”. Un “Me voy” por casualidad, un aviso forzado, indiferente.
Con mochila al hombro, te fuiste. Te soñé perdido por el entramado de las vías, cruzando Europa, saliendo de mi vida por un mes, y por un para siempre.
Gasté tinta a lo tonto, Amigo, aspiré la bruma y me fui del lugar del crimen. No he vuelto por ahi desde entonces. Me genera algo de dolor y anhelo, como si se tratase de la tierra prometida.
No hubo otra que seguir mi carril de siempre. Sin paradas, sin miedo, sin brumas que me abrumen. Sólo con el viento en el pelo, con el olor a sábanas nuevas, con un poquito de melancolía en un bolsillo y un bolígrafo sin tinta en el otro (para mitigar el mono).
A tu vuelta volveremos a encontrarnos por los lugares de siempre. Tú, de paso, yo también, con muchas cosas por contar, sin nada que decirnos esta vez, poniendo más atención en estudiar la ruta, que en ver a quién atropellamos, por aquello de no pasarse de parada.
Yo seguiré expectante, sin creer en que para un recibimiento digno, fuera necesaria una despedida pero ya sabes, yo siempre tan espectante.
Y si te cansas, Viajero, de tanto tanteo por tierras ajenas o tus pies se hieren en tu ajetreado paseo estival, visita a esta errante, quien nada más desea, que ver tu camino iluminado, quien no dudará en secar tus lágrimas con sus sábanas nuevas.
En las despedidas siempre hay un reencuentro de pasajes cruzados. Es en esos momentos cuando más sentimos la necesidad de vernos envueltos en el abrazo de la pena para transformarnos en nostalgia. Pero eso es, quizás, lo más hermoso de ser Viajero… continuamente traspasando fronteras de la ternura. Tu texto me llena de fe en los humanos que sienten penetrar por los poros todos los caminos cruzados. La próxima ver también veremos…