Desde este andar desprendido, con el equipaje de la vida inventariada, atravieso el azar de tu alegría y me lleno de pueblos y ciudades con la memoria bailando en tu recuerdo de mujer. Las horas, lentamente, van desgranando arpegios que vibran por entero en este corazon de estatura infinita. Lo primero es rozar las suaves amapolas con el tacto convertido en hiedra y así, aprendiendo a nacer como poeta, todos los momentos se convierten en fiesta recordada y vivida sobre el pensamiento. No existe la Nada en este mundo de los sentimientos. Todo mi gesto es un sitio lleno de cercanía que late en medio de la floresta y cada flor es un segundo que juega con los rayos del sol a crear parónimos sonoros donde todas las palabras danzan alrededor de la hoguera de tu existencia.
Es el venir impulsado por el misterioso afán de los recuerdos reunidos en un solo oleaje de sueños congénitos y libérrimos. Aquí está el inventario de mi corazón como ventana abierta al caudal de todos los signos que me hacen sentir esta profunda compañía de sol, luz y alguna que otra sombra…
El temblor de los pétalos pintados por tus labios son las preguntas de este misterio en donde los sencillos gorriones se atreven a cantar un tintineante itinerario de pasiones. Luces de lugares abiertos al ancho caminar por las veredas abiertas en la sangre roja de las venas calientes. Un surgir de la espesura para transmutarse en este contacto interior con las pulsaciones de tu corazón.
¿Cuándo ha nacido y de dónde vino este torrente de resplandor luciente?. De los reflejos de tu cuerpo adentrados en mi memoria infatigable. No he de ser jamás la sombra escasa sino el pleno sueño de todo tu tiempo alimentado por estas palabras que me nacen y conforman un inventario de verbos transitivos. Una especie de canción distendida por la permanente presencia de este decirte que soy exacto y permanezco.