Peter estaba irreconocible. Desde la última vez que lo vio se había vuelto mucho más introspectivo. Ya no era el vehemente parlanchín de antaño. Había que sacarle las palabras con mil y un rodeos.
– Pero ¿viste o no viste a Bianca?.
– Escucha, Paul, olvídate de ella. O mucho me equivoco o está metida en un jaleo de cojones…
– Peter, tú le diste mi dirección. Ahora es mi obligación encontrarla…
– Si la dí porque me lo pidió con lágrimas sinceras pero, amigo, !tú y yo juntos podemos hacer grandes cosas sin necesidad de contar con ella!.
– Tú puedes hacer lo que quieras. Yo no.
– !Olvídala, Paul, como yo la olvido!.
– Yo tengo una cita con ella que está todavía por cumplirse. Además no soy el único que la busca.
– Entonces… y aunque sé que me estoy equivocando, vamos los dos juntos en esta aventura.
– ¿Por qué, Peter?. No es necesario que te mezcles en algo que consideras peligroso.
– Es que yo tampoco puedo olvidarla…