Paul se sentía terriblemente agotado. No había dormido casi nada la noche anterior y ahora Peter le había obligado a quedarse con el perro de plata (Argente) mientras la anciana y el frutero de las alcantarillas se marchaban cantando una vieja canción del siglo XX (Lucy en el cielo con diamantes) de aquellos famosos Beatles que a él le parecían ya demasiado obsoletos para la realidad circundante…
Ahora había que reanudar la búsqueda de Bianca con la rémora de un perro que sería muy inteligente -y eso era algo que todavía quedaba por demostrar- pero que a él le ponía de malhumor porque, el perro, que de tanto jadear le irritaba, se había encariñado precisamente con él.
– ¿De qué raza será? – le preguntó a Peter.
– Es un samoyedo integral.
Integral. !Vaya epíteto para un animal de cuatro patas!…