Katy observó aquel rostro que tenía una violácea cicatriz recorriéndole toda la mejilla derecha. Observó aquellos dos ojos negros que lucían como ascuas en el fondo de dos cuevas óseas. Y observó la gigantesca masa muscular de más de dos metros de altura. El siniestro personaje sacó la pistola y se dirigió hacia ella…
– !Hola, nena!. ¿Has visto por aquí a un joven forastero?.
– Con esas indicaciones no puedo ofrecerte una respuesta concreta.
– !Escucha, preciosa, no juegues conmigo!. !No me importa nada en absoluto alojarte dos balas en tu lindo cerebro!. !!Contesta a lo que te he preguntado!!.
En esos instantes Paul salió del lavabo donde había limpiado su herida. El hombretón que le había perseguido por la callejuela giró sobre si mismo con la pìstola en la mano…
– !!Vaya, vaya!!. !!Tenemos aquí al pajarito!!.
A Paul no le dio tiempo a reaccionar. El gigante apuntó con su pistola a la cabeza del joven y… cuando estaba dispuesto a disparar… sintió un profundísimo dolor en la cabeza, trastabilleó dando dos pasos de borracho hacia adelante, y cayó pesada y estruendosamente como un fardo al suelo del Bentwood.
Katy había aprovechado que le ofreció la espalda para darle un inmenso botellazo en lo alto de la crisma…