OLAVI SKOLA:
Cuando los creyentes hablaban de Jesús yo no podía ubicarlo en el cuadro de mi nueva experiencia. Sabía que este nombre se asociaba a temas espirituales, pero ¿cómo? No lo sabía. Pero esta vez esa palabra hizo eco en mi corazón. Bajando las escaleras una sensación agradable inundó mi ser. Sería incorrecto decir que entendía, puesto que no se trataba de algo racional, sino que pude ver la otra cara de Dios, el rostro de su amor.
Dios me ama, lo podía ver y lo podía creer. ¿Por qué tuvo que suceder en este mometno y no en el hospital? No lo sé. Dios fue el que eligió el lugar, un sitio muy común donde mostrarme su amor. Jesús era la llave para encontrar el amor de Dios y ser partícipe de su Gracia. Hasta ahora sólo había visto a Dios pero no el sacrificio de Dios por nosotros, a Jesús. Ahora al ver el sacrificio de Dios también pude ver su amor. Toda tensión y temor desapareció y podía bañarme en la Gracia de Dios.
Sentado en el asiento trasero del coche, de camino a la casa donde me iban a alojar, me sentía libre, alegre, con ganas de reír y además ahora yo también podía hablar de Jesús. Ahora estoy seguro que durante este tiempo que Dios estuvo tratando conmigo en el hospital ya era salvo. Después de estos dolores de nacimiento Dios me acogió en sus brazos de amor. Él es quien nos conoce íntegrametne y sabe cómo debe tratarnos. Yo necesitaba primero un tratamiento de choque y después bálsamo.
JOSÉ ORERO:
Por pronunciar el nombre de Jesús bien alto y bien claro hasta me quisieron dilapidarme a pedradas. Pero el Señor Sabio (Sí era Dios) les detuvo y los ató de pies, manos y bocas. Aquellas noches también permanecen en mi memoria. Dios hizo un nuevo milagro y me sacó de la Muerte que habçia visto yo en mi propia vida. Aquellos gitanos borrachos quedaron petrificados. Su piedra no lleg´´o a su malvado destino y yo apretando la Biblia con mi mano derecha dije: “!Jamás me vovleréis a dañar con vuestros dardos, gentes del Diablo!”. Ya antes, en mi vida anterior, varias veces Dios me salvó de la Muerte pero esta vez lo comprendí de verdad.
A pesar de las trampas que seguían poniéndome cada vez con mayor ahínco y necedad, yo me levantaba una y otra vez. Nunca jamás caí en la adoración al dios Dinero ni a la diosa Afrodita. No entendía muy bien por qué, ya que aquello seguía siendo un misterio para mí, pero como jamás les odié por ello sólo exclamé: “Jesús… perdónalos porque no saben lo que dicen y no saben lo que hacen!”. Y yo, siempre con sonrisa bohemia, seguía siendo cada vez más crsitiano gracias a Jesús.
!Cuánto más me insultaban y más me rechazaban más cerca me estaban poniendo de Jesucristo!. Y además estaba siempre actuando Jesús a través del Espíritu Santo que anida en mi alma y en mi corazón. Jesucrito, con la intervención de mi Princesa Lina de los Ángeles ya estaban preparando mi definita salidad del laberinto infernal bancario.