Tratemos sin conciencia de aclarar ciertos asuntos relacionados con la sexualidad y los filosofopsicópatas como Carl Gustav Jung y su maestro el ateo Sigmund Freud. Tiene gracia la cosa esa de que para hacer el amor hay que tener en orden los orgones y los tipos psicológicos inconscientes. Yo creo, con total sinceridad, que ser un inconsciente cuando se está enamorando a una chavala lo único que conlleva es a coger una empanada mental monumental (valga la redundancia). Explico:
Jung, que no tiene personalidad propia y sigue a rajatabla los neuróticos planteamientos iniciales de Freud, se hace un verdadero lío con sus visiones filosóficas del entorno humano a la hora de sentir el amor. Y no digamos nada del jaleo padre que se arma cuando lo quiere llevar a la práctica. Estar pendoneando con el yo y el super-yo en ciertos momentos de romántico placer es conseguir que la chavala se aburra del narcisista-machista y de tal manera que el divorcio es inevitable. ¿Y qué tiene que ver la biología con el espíritu humano?. Pues nada. Querer identificar ambas cosas en un solo y único contexto como intenta demostrar Jung en su libro “Tipos psicológicos” es tener las facultades mentales un poco o un mucho averiadas; porque lo espiritual (que sí existe de manera independiente a lo material) sólo proviene de Dios y no de ninguna extraña composición biológica y ajena al comportamiento natural y normal de las gentes. Jung es más antinatural que los mariquitas del sofisma filosófico griego. ¿Cómo se le ocurre ir diciendo en sus escritos dirigidos a las gentes sencillas de los pueblos y ciudades de todo el mundo que para amar se necesita tener en sintonía esa estúpida invención de los orgones?. !Vaya esquizofrenia!. Para empezar no es necesario inventarse ningún orgónico bluf para hacer el amor y para terminar es necesario saber que para hacer el amor solo se necesita tener el corazón bien puesto en su sitio para sentir y no como esos pedruscos de ateos y otros similares que parecen más brutos irracionales que personas.
En cuanto al “Yo y el inconsciente” (y pongo los títulos de los libros entrecomillados porque me da la real gana y para especificar claramente que son títulos de libros por mucho que se embrrechinen los escleróticos de la RAE y los voy a escribir siempre siempre siempre entre comillas y ya está) es otra gran bobada del “ilustre die Beziegungen” que este Jung se saca de la manga como un farsario prestidigitador de conejos. Si para hacer bien el amor sano (como Dios manda) tuviésemos o tuviéramos que estar sintiendo innumerables fenómenos conscientes y rep