La copa de Fausto ya está sobresaturada. ¡Tantos sorbitos coperos y no coperos no son buenos, amigo Fausto! Fausto es un buen muchacho pero le falta esa fe en sus posibilidades que sólo poseen los vencedores. Por eso muchas veces se ahoga en un vaso de agua. Cree que es imposible lo de IMG. Cree que a los metales no se les puede brindar una elegía. No son buenos tantos sorbitos coperos y no coperos, Fausto. No es cuestión de claudicar y de tirar la toalla cuando sólo hemos comenzado a caminar. IMG puede ser metal pero puede ser elergíaco brindarle un poema inmemorial.
Fausto, a veces tan deprimido por culpa de ciertas críticas más o menos razonadas o más o menos razonables, necesita un empujón de entusiasmo. ¿Por qué será que lo de “para qué los espolones” le ha dejado tan abatido? El verso compuesto en un momento de necesidad perentoria dice así: “A veces, Fausto, no es cuestión de mandarinas / sino cuestión de limones. / Si se enfadan las gallinas / ¿para qué los espolones?”. Se me ha venido abajo mi amigo Fausto con lo de IMG. Así que le aviso que todavía se puede mejorar cuando nos batimos a nosotros mismos. Y lo consigo. Y Fausto agarra su maletín y se me pierde en el viacrucis de los derrotados.
Tirar la toalla antes de tiempo no es de valientes. Lo que es de valientes es saber que los sorbitos coperos o no coperos no suelen terminar bien cuando se rebasa la copa más allá de lo aconsejable. Lo aconsejable, para mejorar en la profesión de quienes nos enfrentamos a las hojas en blanco, es no renunciar a ningún trofeo de causa mayor. “IMG es la empresa”. Por eso, amigo Fausto, por eso no hay que renunciar a la lucha contra los metales. La única forma de conseguir la victoria es enfrentarse a la derrota. Quizás sea por eso por lo que, a la hora de las grandes verdades, no es necesario ser un “Balzac” sino ser uno mismo superando a Balzac.
No es necesario que Fausto ni Pablo me esperen más. Yo me he ido hacia mis propios horizontes. Quizás algún día al despertar con el amanecer deportivo los dos aprendan que ni me importa ser del equipo de la APDP ni tengo ningún interés en serlo. Competir en partidos de fútbol lo tengo ya más que superado. A lo mejor ahora sí que ambos comprenden definitivamente por qué me llaman “Diesel”.