Cae el sol, entre las sombras, por la Sierra de Carrascoy mientras La Costera pasea su cuerpo por entre las ramblas altas de Celada y Los Molinos, por entre las “ramblillas” de la Sierra de la Muela; entre parrales de uvas de mesa, entre huertos de naranjos y limoneros y se pierde por entre los pinos cuando ya la luna comienza a latir en los espacios celestes donde una bandada de palomas cruza Los Ventorrillos y La Cabila. En el Teleclub los hombres bebem cerveza, fuman los últimos cigarrillos del atardecer y observan la película del televisor donde la mujer vestida de rojo lucha por escapar de las manos ansiosas del villano malhechor que la quiere alcanzar. Todos imaginan que es la mismísima Costera…
Son las diez de la noche cuando finaliza el televisor. La mujer de rojo no ha sido alcanzada por los rayos fulminantes de los ojos del brujo y todos ven llegar a la Costera. La Costera ha venido de no se sabe bien qué costa; de algún lugar incógnito de otro Mar. Por eso la llaman La Costera y la imaginan besando un rostro desconocido en medio de la película de cada atardecer. Todos buscan con su mirada una señal que provenga del valle del Guadalentín. Sólo las palomas vienen desde allí. Y luego se van, con La Costera, hacia el Campo de Sangonera.
Las partidas de cartas y del dominó son los envites que impulsan a los hombres del Teleclub a beber un par de cervezas y mirar, de vez en cuando, cómo siempre hay una mujer vestida de rojo, esbelta, enigmática, rabiosamente hermosa, modelando imaginaciones reales. Es como si saliese todos los días de allí, para pasear por la Sierra de Carrascoy, atravesando la llanura por el valle del Guadalentín y fuese siempre acompañada por esa gran bandada de palomas que han venido de no se sabe qué parte del cielo. Por eso la llaman La Costera, la que no tiene nombre porque su nombre pertenece a una imaginación de alguien que está escribiendo poemas en silencio. Es en la realidad tan hermosa como la ven en la pantalla del televisor mientras encadenan las fichas del dominó formando una jota y una ele y como si las cartas de la baraja hubiesen dejado de ser trucadas para saber que sí…que es tan real que la pueden observar paseando por las ramblas y las “ramblillas” e introducirse en la Sierra de La Muela, entre los inalterables pinares, buscando a su poeta. Y hay quien dice que sí. Que es cierto que entre las sombras, cuando la luna parece bajarse del cielo, en su Refugio, élla y él se besan, porque se aman con total rotundidad.
Por eso los hombres sólo miran a la mujer de rojo cómo, al atardecer, siempre se escapa de las manos del villano malhechor que no la puede ni tan siquiera rozar y se hunde en los brazos de quien escribe los guiones. No. No es ninguno de los famosos actores el amor eterno de La Costera, la enigmática mujer que vino del otro Mar, sino ese poeta que escribe guiones para no morir; porque el amor, vivido de esta manera es una eternidad completa que él le regala a ella. Y cuando al llegar la noche oscura los gatos monteses bajan a saludar a las estrellas ellos ya están muy lejos; tan lejos que un día han dejado ya de estar allí y se han ido para siempre.
¿Dónde se fueron?. ¿Qué pasó con el poeta y La Costera, aquella mujer de rojo que nunca era la protagonista principal de ninguna de aquellas películas pero que es más hermosa que todas ellas y por eso sólo aparecía una sola vez para escapar de las manos del villano malhechor?. Están, dicen algunos que los han visto, en la Villa del villano malhechor, porque el poeta ha ido a decirle rotundamente y sin miedo alguno que allí se queda porque aquella es su verdadera ciudad y que jamás podrá ni tan siquiera rozarla con sus dedos. Ni tan siquiera podrá saber nunca quien fue aquella hermosa Princesa del Sueño. En Alhama todos saben ya que nunca más paseará por el valle del Guadalantín, ni cruzará la llanura, ni buscará más los besos de su poeta en el Refugio de los Enamorados. Pero saben también que dejó el regalo del sueño de cada uno de ellos hecho realidad. Y sólo por la libre decisión de quien escribe guiones de amor para ser su amante eterno mientras le mira a los ojos, frente a frente, al villano malhechor y este sólo puede bajar la cabeza y marcharse definitivamente de sus vidas. La jota y la ele del dominó que maneja Sebastián es la respuesta. Sí. Es cierto. Son la jota y la ele las iniciales de los nombres entrelazados del poeta que escribe guiones y la chica de rojo que nunca es protagonista principal ya que ni tan siquiera sale en más de un sólo fotograma en el que se ve cómo jamás la alcanza ni a rozar los curvos dedos córvidos del villano malhechor. No. No es el amor de aquella Princesa a la que llaman Costera y cuyo verdadero nombre empieza por L ninguno de los guapos actores de las películas y tam sólo sale siemrpe en un sólo fotograma porque no es ninguna de las guapas actrices protagonistas sino mucho más hermosa que todas ellas. Así lo ha querido el Sueño del Amor de un guionista cuya inicial de su nombre es la jota enlazada a su ele y que la tiene retratada por completo en su obra “Greta”. Y La Costera se fue con él…
De modo rotundo digo, que es de los mejores escritos que te he leído, quizás porque esa J y esa L entrelazadas, fue, es y será escrita en el tiempo sin tiempo.Saludos.
Un abrazo sincero y amistoso Flama… y muchas gracias por tus palabras de aliento. En un mundo como el actual sentir que alguien te desea lo mejor es sentir esa amistad que otros muchos no saben apreciar. Sigue adelante escribiendo. Siempre te dije que tú lo haces muy bien y es verdad. Gracias.