En medio del temporal de sus emociones, Don Eulogio, el profesor de latín y griego de la escuela del pueblo, permanece en la eterna duda. ¿Liarse con la señorita Merche que está siempre sentada en la primera fila del aula o seguir siendo fiel a su esposa Doña Clara?. No lo tiene claro Don Eulogio…
Y el tiempo pasa en el reloj de la trastienda del tendero de la esquina; allí donde Don Eulogio abre su corazón para confesar su duda a su amigo Ernesto. El tendero intenta hacerle pensar mientras el tiempo pasa en el reloj y las horas se acumulan sobre su conciencia.
Y día tras día, la señorita Merche le trae el calvario a sus pensamientos. ¿Ser o no ser? se pregunta Don Eulogio. Ser fiel o ser infiel. Y, mientras tanto, su esposa Doña Clara tiene muy claro que cualquier despropósito es causa que trae sus consecuencias.
– Mira Eulogio, a mí no me importa en absoluto que tengas un lío como que no lo tengas. Mañana mismo me voy para Barranquilla.
Y en el pueblo de Celaya, Don Eulogio se ha quedado trágicamente solo. Por un lado la Merche está felizmente paseando con su novio por la acera de enfrente de su vivienda, mientras Doña Clara se ha ido a Barranquilla con el médico de la localidad.
– Ya te lo decía yo -le interpela su amigo el tendero Ernesto- ya te lo decía yo Eulogio…
Y Don Eulogio se queda contemplando el tiempo en el reloj de la trastienda.