Hoy se lleva lo futil, el talante hedonista, banalizar lo trascendente y hacer trascendente lo banal a través de los medios de comunicación de la imagen: la evanescencia en un mar de vaivenes de futilidades vanas.
El punto arranca de una visualización consumista de la vida que se consume en el cruce de las imágenes y los mensajes. El mensajero no existe. La persona no existe. Sólo existe el espectro sonámbulo de la persona. La evidencia de la vida se hace arquetipo de la tontería colorista. Desde que la televisión se hizo en colores, cade vez es mayor la futilidad de las personas que entran y salen por la televisión como nueces vacías de contenido.
La sangre ya no hace reflexionar y solo se vive por el placer de exfoliar la vida y desflorar la sociedad/saciedad de manera absurda, abstracta e hipócrita. Hemos llegado a no sentir la vida como tal. A estereotipar cómo ha de ser la sociedad. Consumo del consumo. Ejerccio de una vida sin sentimiento vitalista. Por eso necesitamos la constricción para aumentar el ánimo de nuestras concesiones.
Bueno. Que cada cual vea la vida desde el lugar adecuado. El teatro vital es hoy una frivolidad que se presenta como espectáculo. Nos quieren invitar a que seamos formadores, informadores y forjadores de una comedia ñoña y absurda. Pero no. Seguiremos insistiendo en que la vida puede ser sublime si nos hacemos seres con dignidad y personalidad suficiente para decir !basta!… !que la futilidad se vaya a las cloacasde las grandes urbes!.