El pensamiento humano comienza desde que Dios creó a los hombres y las mujeres a través de la evolución de las especies en el planeta Tierra. Ya desde el principio, estos seres se interrogan acerca de lo que ven y de lo que sienten. Es así cómo surgen los primeros pensadores y pensadoras de la Humanidad.
En un principio se limitan a pensar sobre su subsistencia y los modos y maneras de permanecer vivos ante los peligros que les rodean pero, inmediatamente después, se observan mutuamente los unos a las otras y viceversa y ven que son diferentes en sus formas físicas y en sus maneras de plantearse las respuestas a las interrogantes de la existencia: es ahí donde el hombre y la mujer se sienten atraídos por sus diferentes naturalezas y encantos personales.
Luego comienzan a hacerse preguntas sobre el cómo han llegado a la Tierra, de dónde proceden y hacia donde van y surge el hondo pensamiento de los porqués de todas las cosas. Mientras esto ocurre, la mutua atracción de los hombres hacia las hembras y viceversa, da origen al desarrollo de la especie.
Pronto van formándose parejas y grupos de parejas que, al procrear nuevos seres humanos, van dando origen a las familias (primer núicleo humano) y, posteriormente, las tribus. Y cada grupo marcha hacia diferentes destinos, creando filosofías divergentes en matices, aunque convergentes en lo esencial. Surge entonces la diversidad del pensamiento humano que está condicionada, en primer lugar, por la Naturaleza y en segundio lugar, por las circunstancias que rodean a cada grupo. Y los más conspicuos (algunos incluso cantamañanas) empiezan a plantearse si los hombres son superiores a las hembras o si las hembras son superiores a los hombres. Nace así, de esta manera tan absurda, la diversidad de los géneros en cuanto a sus capacidades intelectivas.
Desde entonces hasta la fecha actual -en que ya se remedia esta nefasta manía- han sido muchos los planteamientos que se han exhibido (exhibicionistas del pensamiento los llamaría yo) sobre este tema que, por ser tan abrupto y de tan difícil solución por la perenne manía de dichos maniáticos del seso, ha llegado a crear verdaderos dolores de cabeza a los pensadores más relevantes y recalcitrantes de la Humanidad.
Para ser sintéticos (sin dejar de ser auténticos) y rápidos (sin dejar de ser tranquilos) escojamos un pequeño ramillete de lo que han dicho y pensado sobre las mujeres y los hombres algunos de estos “ilustres catedráditos de la bobería padre”. Empecemos por lo dicho sobre las mujeres porque son más guapas…
Paul Valéry (vaya usted a saber por qué) dijo, en Malos pensamientos y otros: “Una mujer inteligente es una mujer con la cual podemos ser tan tontos como queramos”; Chales Baudelaire (otro que tal andaba) le responde en Cohetes: “Amar a las mujeres inteligentes es un placer de pederasta” (lo cual es una verdadera estupidez si lo analizamos seriamente). Y Voltaire (un día que estaba tomando el aire) contrarreplica señalando en El ingenio que “Dios sólo creó a las mujeres para domesticar a los hombres” (lo cual ya roza en la gilipollez).
Charlotte Wittos, feminista indomable (!con las feministas hemos topado, Sancho!) señaló: “Cualquier cosa que haga, la mujer debe hacerla doblemente mejor que el hombre, para que se le considere de la misma manera. Afortunadamente, esto no es difícil”. Y afortunadamente Charlotte ya no puede hablar más bobadas…
En otro orden de cosas, Louis Aragon (un verdadero loco) en Loco por Elsa señala que “El porvenir del hombre es la mujer” a lo cual Simone de Beauvoir(en uno de sus histéricos ataques de feminileísmo, puesto que leía demasiado y se le hizo el seso caldo) matiza en el segundo sexo que “la mujer no nace, se hace” (!Y eso lo dice después de haber leído tanto y haber perdido tanto el tiempo como ratona de bibliotecas, Dios mío!). Y Goethe (no se pierdan de vista a éste tampoco) afirma que “Lo Eterno Femenino nos arrastra hacia lo alto” (que es como intentar conseguir la cuadratura del círculo).
Ahora bien, Jean Racine (quie al parecer siempre “bailaba con la más fea”) duda en Atalía y sale con un verdadero disparate diciendo: “Vacila, titubea; es, en una palabra, una mujer” (sin comentarios aunque si bailaba con la más fea es lógico que estuviese amargado)… pero Madame de Scúdery (una vez que había “fumado” demasiado) lo remata al escribir: “Desgraciadamente ¿de qué sirve a una mujer tener cabeza y corazón, si el resto no es atractivo” (lo cual es enteramente cierto y con lo que estoy totalmente de acuerdo). A esto La Rochefoucault (completamente lanzado y en picado) remacha con su “De nada sirve ser joven sin ser bella, ni ser bella sin ser joven” (aproximadamente lo que pienso yo aunque habría que matizar ciertas cosillas).
Por último, Anatole France (el metepatas de turno) dejó una inquietud latente que volvió a desatar la guerra de los sesos cuando todo estaba en calma. Señaló que “Sensato significa sabio. Se dice que una muchacha es sensata cuando no sabe nada” (¿Qué se puede esperar de un metepatas y además mentecato?). Pero el doctor Ramón y Cajal (que para algo era doctor y español por más señas) corta por lo sano y aplaca la ira femenina al sentenciar: “La mujer cuando se inspira en el genio de la especie, tiene siempre razón”.
Yo, como Rubén Darío (aunque especificando cierto detalle) digo: “Sin la mujer bella la vida es pura prosa” (lo de bella es el detalle que yo añado para dejar mi opinión en su verdadero lugar como corresponde a un buen voremista).
De los hombres mejor hablamos otro día… pues como dijo mi maestro Don Florencio Lucas Rojo: “De los hombre, Diesel, mejor “no meneallo”. Y desde entonces vivo contento y feliz.
Feliz día para Agirregabiria y todas las vanesitas del Vorem.