– ¡Ya estamos aquí, princesa! Este es el número 29 de la rue de la République y esta es la entrada al “Courrier Picard” de Amiens. Entremos.
– Un momento, José Roberto. Voy a soltarme el cabello. Así convenzo más rápidamente a mis admiradores.
– ¡Jajaja! Por eso te he traído conmigo, Angeline.
– Así que ha sido sólo por eso…
– Por eso y por tu insuperable inteligencia.
– ¿También voy a tener que estar callada hoy?
– Nada de eso. Hoy es necesario que hables incluso más que yo cuando estemos metidos en harina.
– ¿Y cuál es el pan que estás intentando fabricar?
– Buena pregunta. Y es tan buena pregunta que no sé cómo responderla.
Ella se soltó toda la melena…
– ¿De verdad estás bien de la cabeza, José Roberto?
– De momento sí. Todavía faltan muchísimos años para volverme loco.
– Si me gustan tus aventuras es por lo que tienen de románticas…
– ¡Jajaja! Que sí. Que estás guapa del todo. Vamos ya para adentro.
Entraron y se dirigeron a la señorita que estaba en Recepción.
– ¿Es esta la Redacción del “Courrier Picard”, señorita?
– Efectivamente. Lo pone muy bien visible en la puerta de entrada, joven.
– ¿Puede conseguirme una entrevista con el Director General?
– ¿Con el señor Bernard Arnoriac Nosty?
– Sí. Con ese caballero.
– ¿Y quiénes sois vosotros dos?
– Yo soy periodista profesional y ella es mi profesional compañera de toda clase de trabajos.
– ¿Puedes demostrarlo?
– Pues sí que puedo porque todavía no se me ha olvidado escribir.
José Roberto Ortero de Jumilla sacó su carnet de profesional afiliado a la Asociación de Periodistas Europeos, mientras siguió hablando…
– Como usted debe saber la Sección Española de la APE se considera permanentemente abierta a todos aquellos profesionales de los medios de comunicación que se sienten comprometidos con la defensa de las libertades y valores democráticos y el proceso de integración europea.
La señorita sólo pudo sonreír antes de hablar…
– Podéis entrar sin ninguna clase de problemas y si me necesitáis para algo yo soy Melanie.
– Muchas gracias por tu amabilidad, Melanie, ya veo que tienes una linda melena.
Angeline le dio un tirón al brazo izquierdo de José Roberto.
– ¡Jajaja! ¡Deja ya de ligar, guapo!
– Pero si es verdad…
Melanie se mostró agradecida…
– Sólo tenéis que subir al primer piso y, siguiendo el pasillo de la derecha, podéis fácilmente encontrar la oficina del Director. Lo pone en la puerta.
Al llegar a la puerta del Director General del “Courrier Picard” de Amiens ella le detuvo por un momento…
– Pórtate bien y sé discreto, por favor.
– Deséame suerte, Angeline.
Ella le dio un beso en la boca.
– ¿Suficiente?
– Suficente no. Matrícula de Honor.
– ¡Jajaja! ¡No hagas el tonto por favor!
– Entonces me haré pasar por listo.
– No es necesario que te hagas pasar por listo porque eres muy inteligente; así que pórtate tal como eres.
Ortero tocó suavemente la puerta y contestó una voz muy femenina…
– Pase quien sea…
Entraron y se encontraron en la salita de espera.
– ¿Quiénes sois? ¿Tenéis cita con el señor Arnoriac Nosty?
Fue Angeline quien contestó…
– Precisamente porque no tenemos cita con el señor Arnoriac Nosty es por lo que hemos venido a tenerla.
Aquella audacia sorprendió a la secretaria.
– Yo soy Mercé Du Pomme Esteves, secretaria personal del Bernard Arnoriac Nosty. ¿Vosotros quiénes sois en realidad?
– De la Asociación de Periodistas Europeos. Ella es la compañera de todos mis trabajos.
Ortero sacó de nuevo su carnet profesional.
– Muy bien. Todo en regla. Esperad a ver si Bernard está disponible en estos momentos.
Volvió a hablar Angeline…
– Dígale, por favor, que esté disponible porque no disponemos de mucho tiempo y después seremos nosotros dos los que no estaremos disponibles. ¿Me comprende?
Mercé puso en acción su fono.
– ¡Don Bernard, hay un par de jóvenes que desean tener una entrevista con usted!
– ¿Quiénes son esos dos jóvenes?
– Un profesional de la Asociación de Periodistas Europeos acompañado de su compañera de toda clase de trabajos.
– ¿Un profesional de la Asociación de Periodistas Europeos en el “Courrier Picard”? ¡Vaya sorpresa! ¡Ardo en deseos de conocer el asunto!
– ¿Dejo pasar solamente a él o también a su compañera?
– ¡No sea tonta, por favor, Mercé! ¡Diga que pasen los dos!
Sin más preámbulos, José Roberto Ortero de Jumilla y Angeline Castell Rouge entraron en el despacho de Bernard Arnoriac Nosty quien les recibió con una sonrisa mientras se quedaba con la boca abierta al contemplar la belleza de Angeline.
– ¡Menuda compañía, colega!
– ¿Podemos o no podemos sentarnos?
– Perdona colega. Sentaos por favor. Yo soy el Director General Don Bernard Arnoriac Nosty pero podéis llamarme solamente “Nosty” que es como firmo mis artículos. ¿Y vosotros cómo os llamáis?
– Yo soy José Roberto Ortero de Jumilla pero me puede llamar solamente “Joro” que es como firmo mis artículos… y ella es Angeline Castell Rouge pero puede llamarla solamente “Lina” que es como a mí me gusta llamarla cuando estoy inspirado en el momento de escribir poemas.
“Nosty” dio la mano a “Joro” y después a “Lina”.
– ¿También eres poeta?
– Puedo demostrarlo ahora mismo.
– ¡No, colega, por favor! ¡La miro a los ojos y sé que es verdad porque ante esos ojos cualquier ser humano se convierte en poeta¡ ¡Te creo! Pero… ¿para qué habéis venido a buscar hasta mi humilde periódico?
– Además de periodista tan profesional como lo pueda ser usted o incluso más si llega el caso y no crea que soy pedante, ni vanidoso, ni soberbio ni nada altanero por decir esto… estoy investigando un caso para el Jefe Superior de la Policía de París.
– ¡Atiza! ¿Para Marlon Brandy?
– Para el mismo que calza un 48.
– ¡Jajaja! ¿Te refieres al número de sus zapatos?
– Por favor, “Joro”, sé prudente.
Pero “Joro” no se quedó callado…
– Soy un gran obsevador y he visto en persona los zapatos que usa Brandy. ¡Son por lo menos un 48! ¡Parecen dos barcas del estanque que hay en el Parque del Buen Retiro de Madrid!
– ¡Jajaja! ¡Me caes simpático, colega! ¿Qué necesitas del “Courrier Picard?
– Consultar su Hemeroteca.
– ¿Sabes que la tenemos computarizada?
– Supongo. En el año 2004 después de Jesucristo es totalmente lógico que todo esté ya computarizado. Menos mal que las personas seguimos siendo personas.
– Espera un momento, colega.
– ¿Es que “Joro” ha metido la pata?
– ¡Todo lo contrario, “Lina”, todo lo contrario! ¡Lleva toda la razón! ¡Menos mal y gracias a Dios que las personas seguimos siendo personas! ¿Os apetece un café?
– Para mí uno con leche y para ella un té bien de aromas a ser posible de limón.
– Por supuesto que eso está hecho, colega.
Bernard puso en marcha su fono.
– ¿Desea algo, Don Bernard?
– ¡Mercé, haz el favor de servirnos dos cafés con leche y un té bien aromatizado de limón! ¡Acompañados de galletas de coco por favor!
– ¡Jajaja!
– ¿De qué te ríes, colega español?
– De lo de galletas de coco. Cuando era muy pequeño me daban hasta miedo.
– ¿Por qué?
– Por ser de coco. ¿Cuando usted era un niño no le tenía miedo al coco?
– ¡Jajaja! ¡Ahora que me lo recuerdas pues sí! Yo tenía miedo el coco, pero mucho más al hombre del saco.
– ¿Y qué me dice de los sacamantecas?
– ¿Los sacamantecas? ¿Qué es un sacamantecas?
– Criminal imaginario que destripa a sus víctimas. Por ejemplo, si yo ahora tuviese que escribir una noticia de un sacamantecas para su diario escribriría algo así: “la abuelita le contaba a su nieto, siendo éste niño, cuentos de aparecidos, brujas, demonios, sacamantecas y ogros sanguinarios”.
– ¡Dios mío! ¡Qué gran periodista debes ser, “Joro”!
– ¡Es un sensacional periodista pero todavía es mejor cuando cuenta cuentos! ¡Menudos cuentos se le ocurren de vez en cuando! ¡Es más cuentista que Calleja!
– ¿De verdad, “Lina”?
– De verdad que tiene más cuento que Calleja.
– ¿Quién es Calleja?
– Ahora me toca a mí, “Lina”. Pues resulta que Calleja era el defensa izquierdo del Atlético de Madrid en aquella célebre alineación de Madinabeytia; Rivilla, Grifa, Calleja; Ramiro, Glaría; Jones, Adelardo, Mendoza, Peiró y Collar. ¿Le gusta a usted el fútbol?
– Me gusta muchísimo. ¿Cómo sabes esa alineación si tú todavía no habías nacido?
– ¿Ve usted cómo tiene más cuento que Calleja? Yo le voy a contar la verdad. Saturnino Calleja Fernández, que nació en Burgos en el año 1853 después de Jesucristo y murió el 9 de julio de 1915 también después de Jesucristo, fue un editor, pedagogo y escritor español, fundador de la Editorial Calleja, autor de libros de educación primaria y de lecturas infantiles. Se hicieron muy famosos, en toda España, los cuentos de Calleja que siempre terminaban con una moraleja.
– ¡Atiza! ¿Tanta memoria tenéis los dos? ¡Debéis formar un tándem extraordinario!
– Si. A mi “Joro” también le dio por fundar una revisa llamada Tándem junto con su amiguita Marianita de La Felguera.
– ¿Y cuando fue eso?
– No lo sé porque yo todavía no le había conocido… porque si llego a conocerle entonces le hubiese dejado plantado por trabajar junto con esa tal Marianita…
– ¡Qué interesante! ¿Y quién era esa tal Marianita de La Felguera?
– Pues una ricachona asturiana y pelirroja, poseedora de un enorme y extensísimo berzal cuyos productos, o sea las berzas que cogía, las vendía en el Mercado de Ibiza mientras tonteaba con mi “Joro”, antes de que le conociera yo, para hacerle caer dentro de una secta muy peligrosa; ahora que si yo me hubiese enterado antes de que esa tal Marianita hablaba tan mal e insultaba todo lo que le daba la gana contra las chavalas latinoamericanas me la hubiese cargado igual que se hace con los conejos.
– ¿Y cómo se carga a los conejos?
– Permítame, “Nosty”, que se lo explique yo. Se carga a un conejo dándole un certero golpe mortal detrás de las orejas. Es una técnica que me enseñó mi abuelita materna y que se la he enseñado yo a mi “Lina”.
– ¡Qué emocionante! ¿Y Marianita de La Felguera vendía todas las berzas que cogía de su enorme y extensísimo berzal en las Islas Baleares?
Otra vez fue “Lina” quien intervino…
– No, señor “Nosty”, no. No se está enterando de nada. Yo no me estoy refiriendo al Mercado de la Ibiza de las Islas Baleares sino al Mercado de la Ibiza de Madrid.`
-¿Y qué es eso?
– Pues una calle como otra cualquiera.
– ¿Qué clase de mal gusto tenía esa pelirroja Marianita para insultaros a las latinoamericanas de tan buen ver como tú?
– Berzotas, que deriva directamente de berzas que, a su vez, deriva directamente de berzal. En España les conocemos como berzotas porque son racistas, xenófobos y machistas; las tres desgracias juntas.
– ¿Y tú que opinas, “Joro”, sobre los racistas, xenófobos y machistas al mismo tiempo para mayor desgracia porque tres desgracias juntas es para ser demasiado desgraciados?
– Como dijo un clásico casi reciente, “me admiro cuando me comparo”. Por nada de este mundo ni del mundo del más allá quisiera yo estar en la piel de esa gentuza. Prefiero, un millón de veces, estar en el “trullo” antes que ser un fascista neo nazi.
– ¿Qué es el “trullo”?
– La cárcel, “Nosty”, la cárcel. Antes que ser un fascista neo nazi preferiría estar en la cárcel incluso aunque fuese en “el corredor de la muerte”.
– ¿Y cómo es eso de que tú seas la compañera de todos sus trabajos?
“Joro” no dejó hablar, en este momento, a “Lina”…
– Por algo que ella todavía no le ha contado, señor “Nosty”… porque resulta que no sólo me acompaña en todos los trabajos sino que también es mi guardaespaldas.
En ese instante entró Mercé Du Pomme Esteves con el pedido y lo dejó sobre la mesa antes de volver a su trabajo en la sala de espera.
– Continuando con nuestra animada charla… ¿de verdad que esta belleza de mujer es tu guardaespaldas?
“Lina” se anticipo, ahora, a “Joro”…
– Pues va a ser que sí. Le he salvado de la muerte infinidad de veces. Todavía recuerdo una ocasión en que se le echaron encima cuatro tuaregs en el Desierto del Sahara. Estábamos completamente solos ante el peligro pero yo me encargué de derribar a los cuatros tuaregs.
– ¿Es cierto eso?
“Joro” tomó ahora la delantera…
– ¡Claro que es cierto, “Nosty”! ¡Mi chavala nunca miente! ¡Y eso que se le ha olvidado decir que los tuaregs iban armados con cuatro enormes alfanjes, uno por cabeza!
– ¿Cuatro enormes alfanjes?
Ahora se anticipó “Lina”…
– Alfanje es un término castellano que proviene del árabe hispánico “al-janyar”, que significa “el puñal”, y designa una espada de hoja ancha y curva, con filo en un solo lado, o contrafilo en su último tercio, que durante la Edad Media y hasta el Renacimiento se empleó en la Península Ibérica, buena parte del Mediterráneo y sobre todo en Italia. En castellano vulgar antiguo también se le conocía como “terciado”. En algunas regiones de México se le llama así a una herramienta agrícola para cortar maleza. La usan mucho los tuaregs del Sahara. Pero los despaché a los cuatro antes de que pudieran cortarle la cabeza a mi “Joro”.
– ¿Todo eso sabes sobre los alfanjes?
Intervino, en estos momentos, “Joro” antes de que pudiera hablar “Lina”…
– Puedo escribir todo un dossier periodístico sobre los alfanjes de manera completamente profesional.
– ¡Hágale caso a “Joro”, señor “Nosty”, porque hablando de alfanjes es todo un hacha! Y eso que no se las dá de tan importante como la inmensa mayoría de ustedes sus colegas que no le llegan ni a la suela de sus zapatos.
– Perdona, “Lina”
– A quién tienen que pedirle perdón es a él. Yo siempre he admirado todo lo que sabe “Joro” y, sobre todo, la manera que tiene de trabajar como un profesional verdadero que para mí me parece un Grande de España.
– Perdona, “Joro”.
– Nada, nada y nada. Hay que nadar y saber guardar la ropa para que a uno no le dejen en pelotas… así que paso olímpicamente incluso de la Agencia Efe por muy española que sea. Los de la Efe, en cuanto a mí se refiere, pueden dejar la Efe y marcharse a la Eme. ¡Vamos a nuestro asunto!
-Me admira tu firme carácter, “Joro” y sé que llevas razón. Esperad un momento.
Ya habían terminado sus cafés y tés cuando Bernard volvió a usar el fono.
– ¿Qe desea ahora, jefe?
– Por favor, Mercé… avisa a Juliette que venga a mi despacho.
Pocos minutos después una monumental mujer se presentó en el despacho de Bernard Arnoriac Nosty.
– ¡Les presento a nuestra monumental Jefe del Departamento de Documentación del “Courrier Picard” de Amiens! Se llama Juliette Greko Say y, además de una monumental Jefe como ya os he dicho, sabew cantar excelentemente bien. ¡Hasta ha ganado una gran cantidad de festivales regionales!
A “Joro” le entró la risa mientras se levantó y le dio la mano a Juliette.
– ¡Jajaja! ¿Igual que la famosa Juliette Gréco que se llama, en realidad, Marie-Juliette Gréco?
– ¿Qué sabes tú de Juliette Gréco?
– Sé bastante de ella, madame. Por ejemplo, que es una actriz francesa que nació el 7 de febrero de 1927 en Montpellier.
– ¡Eres toda una máquina!
– Me llamo “Joro” y ella es “Lina” y, aunque soy como una máquina, a veces cometo errores como todos los seres humanos; pero siguiendo con Marie-Juliette Gréco puedo decirle que está casada con el músico y pianista Gérard Jouannest. Fue apodada por la prensa como “La musa de los existencialistas”. ¿Usted emula a Juliette Gréco cuando canta?
– Muchas veces. Por ejemplo se me da muy bien cantar “Si tu t’imagines”…
– Está usted muy bien pero yo no estoy imaginando nada…
– Perdón, “Joro”, pero me refiero al poema de Raymond Queneau con la composición musical de Joseph Kosma.
– ¿Y de existencialistas? ¿Cómo se lleva usted con los existencialistas?
– ¡Los detesto! Pero hay que ganarse la vida como mejor se puede y el sueldo que me dan en “Courrier Picard” no me llega hasta el final de mes. Tú harías lo mismo si pudieras.
– Se equivoca, madame. Por supuesto que si quiero puedo porque querer es poder; pero jamás de los jamases haría el caldo gordo a ningún existencialista. Prefiero ser un soñador compulsivo.
Juliette Greko Say se quedó cortada…
– ¡Escucha Juliette! Este tal “Joro” es muy directo y sincero, lo cual no quiere decir que no sea muy sensible, así que supongo que no te ha querido hacer daño alguno.
– Por supuesto que no. Cada uno es cada uno y cada una es cada una. No la enjuicio para nada. Sólo he expresado mi punto de vista en cuanto a mí se refiere.
– Dejemos de lado cualquier discrepancia, “Joro”. Juliette Greko Say es nuestra Jefe de Documentación y está a vuestro servicio.
A Juliette se le pasó el enfado…
– ¡Será un gusto ayudar a alguien con tanta personalidad!
– Escucha, “Joro”. Veo que eres muy bueno investigando o al menos eso lo parece.
– Parecer no me es suficiente; se lo puedo demostrar cuando usted quiera, “Nosty”.
– En eso estaba pensando. ¿Tendríamo los del “Courrier Picard” el gran honor de que colaborases con nosotros con la aportación de algún reportaje tuyo?
-¿Sobre qué tema, asunto o caso?
– Sobre nuestra famosa e histórica Bernardette Soubirat. Me llamo Bernard y tendría mucho placer en poder publicar algo original sobre mi homónima Bernadette.
– ¿Cuánto me pagaría por ello?
– ¿Aceptarías 5.000 euros por el reportaje?
– ¿Y qué pasa con “Lina”?
– ¡Córcholis! ¡Se me olvidaba que trabajais juntos! ¿Puede ser 10.000 euros para los dos?
– ¡Eso está hecho, colega! En cuanto termine con este asunto que tengo entre manos, le prometo que colaboraré con ustedes con un reportaje original sobre su famosa e histórica Bernadette Soubirat. Pero le advierto que soy macro…
– ¿Qué quieres decir?
– Que no me conformo con un par de folios como hacen la inmensa mayoría de los periodistas sino que, cuando me meto en harina, fabrico toda una panadería completa. ¿Me entiende ya cuando digo que soy macro?
-¡Excelente! ¡Así me gusta a mí que trabajen los colegas! Cuántas más hojas tenga el reportaje mejor para poder seleccionar lo más excelente.
– Entonces le tomo la palabra. No cobro por adelantado; así que si no le gusta mi trabajo al final no me paga nada y en paz.
– Espero tener que pagarte 10.000 euros.
– Espero que no me rebaje ni un sólo céntimo de los 10.000 euros.
– No soy de esa clase de gente…
– Estupendo. Nos entendemos muy bien, “Nosty”. La palabra dada es la palabra cumplida y yo cumpliré con mi palabra una vez que haya terminado con lo que estoy investigando.
– ¡Perfecto! Juliette… ya puedes acompañar a “Joro” y “Lina” hasta nuestros archivos de la hemeroteca.
De esta manera fue, cómo después de darle de nuevo la mano a “Nosty”, “Joro” y “Lina” se vieron caminando tras Juliette Greko Say hacia el Departamento de Documentación del “Courrier Picard” de Amiens.
– Ya hemos llegado. Este es el Departamento de Documentación del cual yo soy Jefe.
Tres empleados del Departamento se quedaron boquiabiertos al ver a “Lina”, lo cual al parecer despertó un poco los celos de Juliette.
– ¡Ustedes sigan a lo suyo y no se entretengan como los moscos!
“Lina” soltó una carcajada y habló.
– ¡Jajaja! ¡Eso mismo es lo que dice siempre “Joro”!
– Pues detrás de esa puerta está toda nuestra hemeroteca computarizada. Vamos para adentro que os voy a enseñar cómo se maneja la entrada a nuestros archivos.
Una vez dentro de la sala se dirigieron a la máquina computadora…
– Os recomiendo que si buscáis algo en concreto lo hagáis a través de palabras claves.
– No es necesario que me lo explique, Juliette. Ya en mis tiempos de estudiante de Periodismo yo siempre usaba palabras claves tanto en los exámenes teóricos como en los trabajos prácticos.
– Bien. Pues aquí os dejo a solas y con total tranquilidad. ¿Queréis que os encienda el aire acondicionado?
– Pues sí. Porque aquí hace mucho calor. Y es condición ineludible en el Periodismo estar más bien frescos.
Ante la sonrisa de “Lina”, Juliette puso en funcionamiento el aparato del aire acondicionado.
– Me gusta mucho tu manera de ser “Joro”.
– Pues resulta que a mí también.
– Perdona “Lina”. No estoy intentando ligar con “Joro”.
– Perdona Juliette pero es que resulta que ya está casado conmigo.
– ¿De verdad lo sabéis hacer?
– Yo lo hago muy bien con ella pero ella lo hace mejor que yo.
“Lina” volvió a dar otro tirón al brazo izquierdo de “Joro”.
– No seas tan indiscreto, por favor.
– Pero si es verdad…
– La verdad nunca ofende, “Lina”.
– Pero resulta que es muy verdadero, Juliette.
Juliette salió cerrando la puerta.
– ¿Por dónde empezamos, José Roberto?
– Siéntate ante la computadora.
– ¿Pero se puede saber qué estamos buscando?
– Algo que espero que me dé buen resultado. Entra en los archivos de esta hemeroteca y busca por “Herencias”.
– ¿Estás seguro de que encontraremos algo que nos sirva de algo?
– Estoy seguro de que debemos intentarlo. No se puede tener éxito si no intentas tener éxito. En el mundo hay muchos fracasados por no seguir esta máxima. Los he conocido a montones.
Angeline Castell Rouge ya no dijo nada más y se concentró en su tarea ante la atenta mirada de José Roberto Ortero de Jumilla.
– Llevo ya diez minutos, José Roberto, y no encuentro nada importante que nos sirva para nuestro asunto.
– Sigue buscando, Angeline. Estoy casi seguro de que algo saldrá…
– ¡Calla un momento, José Roberto! ¡Mira lo que sale en pantalla!
– ¡Zambomba! ¡Eso puede ser muy interesante! Lee en voz alta mientras tomo notas en mi block.
– Es una noticia muy corta y escondida entre otras muchas informaciones más destacadas pero el título dice: “Emile Croupier hereda una pequeña fortuna”.
– Lee. Lee. Sigue leyendo porque, aunque sea muy corta, creo que es lo que busco.
– Proviene de un corresponsal del “Courrier Picard” del pueblo de Campestre.
– ¿Cómo se llama ese corresponsal?
– Sebastien Alexandre Pillou.
– ¡Creo que ese tal Pillou pilló algo importante! ¿Qué fecha tiene?
– Pertenece al ejemplar del 14 de julio de 1989.
– ¡Eureka! ¡Ya está! Si no me equivoco ese día en toda Francia se conmemoraba el Primer Centenario de la República Francesa y, claro está, casi todo lo que se publicó estaba relacionado con dicha efeméride; con lo cual esa noticia pasó desapercibida y la publicaron como una mera anécdota más o menos curiosa nada más.
– ¡Por eso me gusta trabajar contigo!
– ¿Sabes traducir bien del francés al español?
– ¡Mucho mejor de lo que siempre has creído! Por si no lo sabías yo estuve un tiempo estudiando en la Universidad de París.
– Traduce esa noticia muy despacio para que me dé tiempo a tomar notas.
– ¿Por qué no sacamos una fotocopia y nos facilitamos la labor?
– Porque no me interesa que nadie, absolutamente nadie, se dé cuenta de lo que hemos encontrado. Cuanto menos rastros dejemos de nosotros en Amiens mucho mejor. Estoy seguro de que cuentan todas las hojas que se utilizan en la copiadora.
– También me gusta trabajar contigo por eso…
– Entonces traduce, por favor.
Angeline fue leyendo muy despacio mientras José Roberto, con su proverbial facilidad para tonar notas de todo lo que escuchaba, comenzaba a escribir…
– Una increíble sorpresa se llevaron todos los posibles herederos de Madame Croupier, la recién fallecida administradora del Castillo de Vissec, cuando, una vez fallecido de manera muy sospechosa su hijo Máxime Croupier, resulta que apareció un hermano gemelo de éste llamado Émile Croupier del cual nadie conocía ningún dato sobre su existencia. Debido a la pequeña fortuna que Madame Croupier había ido acumulando durante muchos años de dedicarse al juego de la ruleta en París, donde acudía continuamente, el tal Émile Croupier se ha convertido en millonario gracias a la existencia de un segundo testamento que apareció de forma misteriosa pero que resultaba ser totalmente lícito y legal.
– ¡Ya está, princesa! ¡Cierra todos las Entradas y que nadie sepa lo que hemos estado rastreando!
– Espera unos segundos nada más. ¿Has tomado nota de todo?
– Sí.
Angeline cerró todas las Entradas y apagó la computadora.
– ¡Perfecto! ¡Vamos a dar las gracias a Juliette Greko Say y a despedirnos de Bernard Arnoriac Nosty pero no digas nada!
-¿Te dejo hablar a ti solo?
– Eso es. Deja que hable yo solo y después charlaremos tú yo yo todo lo que sea necesario cuando estemos a solas.
– También me gusta trabajar contigo por eso mismo.
– ¡Jajaja! Ya hay tres motivos por los cuales te gusta trabajar conmigo.
– Te falta el más importante.
– ¿Por que soy guapo?
– No porque seas guapo, que sí lo eres, sino porque cada día que paso a tu lado más enamorada estoy de ti.
Él no se aguantó la ganas de besarla en la boca, la besó y después los dos salieron de la Sala de Archivos del “Courrier Picard” de Amiens. Les estaba esperando Juliette Greko Say.
– ¡Hola! ¿Os ha servido de algo?
– De nada y para nada, pero muchas gracias por habernos dejado intentarlo.
– Lo siento…
– No importa. Después de un completo fracaso siempre llega un éxito completo.
– Buena filosofía, colega.
– Y nada existencialista por cierto.
– ¡Jajaja! Te repito que detesto a los existencialistas. Son pesimistas mil por mil y, sin embargo, tú ante un fracaso te muestra mil por mil optimista.
– Es que soy la antítesis de un existencialista y por eso existo en lugar de suicidarme con algún que otro vicio. ¿Me comprendes, Juliette?
– En verdad que eres completamente sano y directo.
– Bien. Adiós y mcuhas gracias por tu servicio.
Los dos se despidieron de Juliette Greko Say y se encaminaron hacia el despacho privado del Director Bernard Arnoriac Nosty si que nadie les detuviera el paso. Entraron a dicho despacho sin llamar a la puerta.
-¡Caramba! ¿Ya habéis terminado?
– Sí. Hemos fracasado momentáneamente.
– Pues de verdad que lo siento. Pero supongo que ahora sí tendrás tiempo para escribir el reportaje sobre Bernadette que me habías prometido.
– He dicho momentáneamente pero no definitivamente. La feria sólo acaba de comenzar y la feria dura bastantes días…
– ¿Siempre eres así de optimista?
– Lo aprendí desde niño cuando para combartir al coco subía las escalera de mi casa apagando todas las luces.
– ¿Y cuántos años tenías entonces?
– Solamente era un bebé. Y, hablando de BB, dele recuerdos míos a Brigitte Bardot si tiene la oportunidad de hacerle una entrevista.
– ¡Carambola! ¿Me has dado una gran idea?
– Se la debía por haber sido tan amable con nosotros y habernos atendido tan espléndidamente bien.
– Entrevistaré a BB dándole saludos de tu parte, pero no olvides de que, a cambio, colaborarás con nosotros escribiendo un reportaje macro sobre Bernadette Soubirots.
– Como le dije eso está ya hecho. En menos tiempo de lo que usted cree, “Nosty”, tendrá el reportaje sobre su mesa de trabajo. Adiós y que tenga usted felices sueños.
También los dos se despidieron dando la mano a Bernard Arnoriac Nosty y salieron del edificio.
– ¿Has traído los bañadores, bombón de criatura?
– ¡Es lo primero que metí en la maleta, genio de la cultura!
– ¡Jajaja! No sé si seré genio todavía o alguna vez llegaré a serlo. No me preocupa ese pequeño detalle de mi personalidad; pero sé que mañana nos vamos a pasar todo el día en la playa tú y yo a solas.
– Lo sabía…
– ¿Sí?
– Sí.