La Inclusa (Teatro)

Obra de un solo Acto.

Personajes: Miguel, Ernesto, Pablo, Tadeo, Tomás, Basilio, Astolfo y Teobaldo.

Escenario: Una habitación cerrada con cuatro camas en la parte derecha y otras cuatro camas en la parte izquierda. Están ocupadas por los siguientes actores. En la derecha, desde más cerca del público hasta el fondo: Miguel, Ernesto, Pablo y Tadeo. En la izquierda, con el mismo orden: Tomás, Basilio, Astolfo y Teobaldo. Al fondo de la habitación hay una puerta cerrada.

Acto I (única escena)

Miguel.- Ocho años llevamos aquí y todo sigue igual, definitivamente igual que el primer día.

Ernesto.- Ocho años son una desesperación…

Tomás.- ¡Salir!. ¡Esa es la solución!. ¡Salir de este encierro antes de que la tristeza termine definitivamente con nosotros!.

Basilio.- ¡No podemos salir!. ¡Nunca vamos a poder salir!.

Miguel.- ¿Y por qué no podemos salir nunca de aquí?. ¿Alguno de vosotros puede explicármelo?.

Pablo.- Como sigais así no vamos a poder dormir en toda la noche.

Ernesto.- ¿Tanto te importa dormir?.

Pablo.- Por supuesto que sí. Para no tener que pensar.

Astolfo.- ¿Quién se acuerda de los tiempos anteriores antes de llegar a este infierno?.

Teobaldo.- ¡Los poscritos no podemos tener recuerdos!. ¡Nos han quitado hasta los recuerdos!.

Miguel.- De nada vale lamentarnos. Es mejor pasar de eso… porque algún día saldremos de aquí!.

Tadeo.- ¡Es inútil!. ¡Es inútil pensarlo!.

Miguel.- Nadie puede obligarnos a no pensar.

Tomás.- ¿Qué nos sucede?. ¿Cuál ha sido nuestro pecado?.

Ernesto.- Pero… ¿no te das cuenta?.

Tomás.- No. No me doy cueta. En realidad no sé por qué sueño, ni para que sueño ni qué finalidad tiene lo que sueño.

Pablo.- Señor… tú que eres nuestro único camino… ¿por qué estamos aquí?.

Astolfo.- ¿Y a eso lo llamas tú tener esperanza?. La esperanza debe ser algo más interesante de vivir que no rezando solamente.

Basilio.- Mis queridos compañeros, ¿alguien me puede decir y explicar qué es la esperanza?. No la conozco. No conozco su significado. No sé cuál es su finalidad. Metido aquí, en este pozo inhumano, ninguno de nosotros puede saber qué significa tener esperanza.

Miguel.- Tengo un vago recuerdo. Sí. Me acuerdo. Me acuerdo de que esperanza es la confianza de lograr una cosa o de que se realice lo que se desea.

Ernesto.- ¿Y tú crees, de verdad, que a nosotros nos van a permitir desear?.

Basilio.- Para desear hay que ser libres. ¿Alguno de nosotros es libre?. ¿Qué es la libertad?.

Miguel.- También lo recuerdo vagamente. Libertad es el estado de la persona que no está presa ni sujeta a la voluntad de otras.

Tadeo.- Entonces nosotros no somos personas.

Se escucha el continuo y triste maullido de un gato.

Basilio.- Los gatos sí son personas porque, al menos, tienen libertad… pero… ¿qué somos nosotros?. ¿De verdad somos o no somos personas?.

Tomás.- ¿Alguien quiere decir qué es ser persona?.

Miguel.- También está en mis recuerdos. Persona es el individuo de la especie humana.

Tadeo.- Entonces nosotros no somos humanos.

Tomás.- Pensar de esa manera sólo es aumentar el dolor. Necesitamos no pensar en el dolor.

Astolfo.- ¿Sabemos algo que no sea el dolor?.

Miguel.- El dolor es la sensación penosa y desagradable que se siente en una parte del cuerpo.

Pablo.- Yo siento siempre el dolor dentro de mi corazón.

Tadeo.- Yo tengo el dolor siempre metido en mi cabeza.

Ernesto.- ¿Existe alguna manera de poder olvidar el dolor?.

Miguel.- Podemos empezar por sentir que mañana puede ser por fin el gran día.

Teobaldo.- ¿Estás hablando de liberación?.

Miguel.- Recuerdo que liberar es poner en libertad, dejar libre algo o a alguien que estaba siendo preso.

Tomás.- Todavía nadie me ha dicho cuál es el pecado que hemos cometido por haber nacido.

Miguel.- Haber confiado demasiado en las personas.

Teobaldo.- A mí me hubiese gustado nacer y vivir en la época de los trovadores. Me gusta componer piezas amorosas.

Tadeo.- ¿Piezas amorosas?. ¿Qué es eso?. Yo no conozco ni tan siquiera lo que es el amor. ¿Cómo se te ocurre pensar en poesías amorosas viviendo encerrados aquí dentro?.

Miguel.- Una vez conocí el amor…

Tomás.- ¡Dinos tú, entonces, qué es el amor!.

Miguel.- Es el sentimiento que experimenta una persona hacia otra a la que se le desea todo lo bueno.

Basilio.- Un momento. Yo no he conocido el amor jamás. Por eso me hubiese gustado nacer en la Alta Edad Media.

Tadeo.- ¿Tú crees que en la Alta Edad Media nosotros podríamos haber conocido lo que es el amor?.

Pablo.- Por supuesto que sí.

Astolfo.- Dame una razón; sólo si me das una razón podré creerte.

Miguel.- Ahora recuerdo que creer me dijeron que era dar por cierta una cosa que no está comprobada o demostrada.

Pablo.- ¿Y acaso no está comprobado o demostrado que los abandonados medievalistas al menos vivían al aire libre?.

Astolfo.- ¿Y eso demuestra algo?.

Tomás.- Eso demuestra que, al menos, podían vivir mientras nosotros sólo sobrevivimos.

Teobaldo.- Y encima tenemos que darles las gracias por ello.

Miguel.- ¿Divertir o hacer reír?. ¡Esa es la diferencia entre los que están afuera, que se divierten cuanto quieren, y los que estamos aquí, que sólo les hacemos reír.

Basilio.- Pues eso es una crueldad.

Miguel.- Volvemos al círculo vicioso; quiero decir que los de afuera disfrutan haciendo sufrir y contemplando el sufrimiento ajeno.

Ernesto.- Ajenos a la alegría. ¡Nos han apartado de la alegría!. ¿Y qué existe cuando no hay alegría?.

Miguel.- Un estado de ánimo caracterizado por el pesimismo, la indiferencia y la tendencia hacia el llanto.

Pablo.- A eso se le llama tristeza; y, por supuesto, nos queda todavía la tristeza para poder decir que aún vivimos.

Tomás.- ¿Quién escucha nuestro llanto?.

Teobaldo.- Nadie.

Miguel.- Nadie es un vacío.

Tomás.- La filosofía de los despojados.

Astolfo.- ¿Somos algo?. ¿A pesar de todo somos algo?.

Tadeo.- Si es que somos algo sólo somos soledad.

Basilio.- Esperemos llegar a ser, algún día, conciencia. Pero no una conciencia de nosotros sino esa conciencia que golpea.

Miguel.- Aprendí que la conciencia es el conocimiento que el ser humano tiene de su propia existencia, de sus estados de ánimo, de sus actos y de las cosas; sobre todo de las cosas injustas que hace.

Ernesto.- ¿Llegará ese día?.

Teobaldo.- Falso. El mundo de afuera es demasiado falso para ello.

Miguel.- Pues yo os digo qie sí; que llegará ese momento en que las conciencias les hagan sufrir.

Pablo.- ¿Acaso estás hablando de venganza?.

Miguel.- Estoy hablando de justicia y sé que la justicia es la concepción que cada época o cada civilización tiene del bien común.

Pablo.- Yo creo que es un atributo de Dios, por la que Él premia o castiga a cada persona según sus merecimientos.

Tomás.- ¡Nosotros seremos la voz que les gritará hasta hacerles ensordecer!.

Tadeo.- ¡Sordos y mudos son los del mundo de afuera que nos han castigado siendo inocentes!.

Teobaldo.- Porque macimos del desamor y hay mucho desamor libre, mientras nosotros consumimos nuestras infancias sin apenas poder sonreír.

Vuelven a escucharse los maullidos de un gato.

Miguel.- Yo, que el conocido el desamor más tiempo que vosotros, sé que no es sólo la falta de amor sino también la falta de amistad.

Tomás.- De acuerdo. Seamos concretos. ¿Podemos ser algo para alguien?. ¿Podemos ser alguien para algo?.

Miguel.- Dudas razonables. Por medio de la razón no lo conseguiríamos jamás. Es por medio de la fe el único camino que nos queda para poder ver, algún día, la luz de la libertad.

Suena el primer canto del gallo.

Pablo.- Ya llega… ya llega el mañana…

Basilio.- ¿Necesitamos nosotros el mañana para algo?. ¿No estamos de acuerdo en que sólo somos un vacío?. ¿Acaso el vacío deja de ser vacío un día después de serlo?.

Miguel.- ¡Tú lo has dicho!. ¡Espero que un vacío deje de ser un vacío un día después!.

Teobaldo.- ¿Qué es un después?.

Miguel.- Lo posterior a un momento que no habla y se convierte en un momento que sí habla.

Tadeo.- ¡Un momento!. ¡Escuchad un momento!.

Suena el segundo csnto del gallo.

Miguel.- ¡Estamos cerca!. ¡Estamos cerca de poder nacer!.

Tomás.- Y después de nacer, ¿qué podemos ser si nos han educado en la tristeza perpetua?. ¡Robaron nuestra infancia!. ¿Qué podemos esperar de nuestra juventud?.

Ernesto.- Quizás algo más. No sé qué podemos esperar. Pero estoy seguro de que algo más que esta inactiva tristeza impuesta en contra de nuestra voluntad.

Miguel.- Lo impuesto siempre se derriba si tenemos fe.

Astolfo.- ¿Tener fe?. ¿En estas condiciones de falta de vida podemos tener fe o debemos tener fe?.

Miguel.- ¡Sí!. No podemos tener fe pero debemos tener fe.

Pablo.- Bien. Debemos tener fe… ¿para qué cosa?.

Miguel.- ¡Para ser la voz del silencio!.

Teobaldo.- Un silencio nunca habla.

Miguel.- Un silencio siempre grita.

Teobaldo.- Un silencio siempre calla.

Miguel.- Un silencio siempre acusa.

Teobaldo.- Un silencio siempre es nada.

Miguel.- Un silencio siempre es todo.

Se escucha por tercera vez el canto del gallo cuando, de repente, se abre la puerta del fondo y entra una gran cantidad de luz mientras se va cerrando, muy lentamente, el telón.

FIN.

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