¿Que otra cosa podía hacer que sentarme en la silla de mi habitación a contemplar el transcurso de la noche?.
Me senté como el que se sienta a orillas del mar a meditar y escuchar el oleaje.
Me senté y con los ojos cerrados hice desaparecer todo cuanto a vísperas de escasos segundos había podido contemplar.
El agua trató de arrastrarme en mi ensoñación hacia su garganta y sin asustarme me dejé llevar por el encanto de su pedido.
El mar sin asustarse me llevó flotando entre sus aguas y me recordó que entre pensares y más pensares una tierra disiparía.
Sin barca ni remos conseguí llegar sobre su espalda de sal hasta llegar al rincón de mi ser llamado isla. La isla de la soledad sana, de la soledad del pensamiento, de la soledad del retiro agradecido.
Allí… tumbada sin temor a no llegar hacia ningún destino abrí los ojos para despertar en otro mundo.
Nadie caminaba entre las arenas, nadie preguntaría dónde ni como logré llegar, ni tan siquiera yo me cuestionaría más porques… simplemente permanecería estirada sobre aromas de paz.
Despertaría nuevamente en mi vieja habitación, despertaría y esta vez lo haría sentada y enmudecida por el asombro de mi viaje.
Vi tierra y la toqué, fui recibida y de nuevo otra vez aquí. Bastaría con cerrar los ojos para comprender que la paz, que el silencio y que mi rincón llamado isla permanecerían por siempre allí… muy dentro de mí.
Chuang Tse soñó que era una mariposa. Revoloteaba alegremente; era una mariposa muy contenta de serlo. No sabía que era Chuang Tse. De repente despierta. Era Chuang Tse y se asombró de serlo. Ya no le era posible saber si era Chuang Tse que soñaba ser una mariposa, o era una mariposa que soñaba ser Chuang Tse.”
Muy bonito tu relato, un beso Nasia
Y en esa isla del silencio comenzó mi existencia a ser relato… (!Me gustó mucho NASIA!).