Lucía un magnífico día. El sol les acompañaba en su andadura por aquella montaña.
Cinco amigos, cinco almas apasionadas por la naturaleza. Iona, Celeste, Dante, Valdo y Falco..
Iona les quería enseñar una cueva que descubrió hacía pocos días, en ella se encerraba una hermosa y trágica leyenda. Le impresionó tanto que no quiso adentrarse sola en su interior. Compartiría la experiencia con sus amigos. Entre sus lúgubres pasillos se llegaba hasta una galería en la que brotaba una orquídea tan negra como la muerte.
El sendero por el que caminaban era llano y agradable al andar, salvo en algunos tramos empinados y llenos de cantos rodados que ponían en peligro su integridad. El vacío se vislumbraba bajo los pies del grupo.
-Tener mucho cuidado, esto es muy peligroso, el barranco es muy hondo y no quisiera volver con uno menos de vosotros- les dijo Iona a sus acompañantes.
Se mantuvieron apartados del borde del precipicio todo lo que pudieron. Anduvieron unos metros más hasta que por fin llegaron a la boca de la cueva. Encendieron sus linternas y se dispusieron a adentrarse en la oscuridad que resguardaba la misteriosa leyenda.
Iona iba delante de ellos, poco a poco notaban como la humedad del ambiente se impregnaba en sus cuerpos. Se sentían sudorosos y nerviosos por no saber que encontrarían allí, tan solo ella se mantenía tranquila y firme. Era la primera vez que entraba en la cueva, pero el lugar no le imponía terror alguno. Sabía que no debía temer nada, ningún peligro les acechaba, al contrario. Solo de pensar en poder encontrar la orquídea negra ya le confería unos ánimos que ninguno de ellos entendía.
Llevaban unos 20 minutos sorteando rocas que les impedían el camino por las galerías de aquel oscuro lugar. Estaban nerviosos. Por un momento ella pensó en tirar la toalla y no seguir la búsqueda. Mas de pronto, de uno de los pasillos les llegaba una tenue luz, se asombraron al verla, ya que estaban bastante profundos con respecto a la superficie. Se adentraron lo más rápido que pudieron hacia el lugar. De pronto les llegó un aroma que les embriagaba los sentidos. Ante ellos se hallaba la flor más bella y extraordinaria que sus ojos vieran nunca, a pesar de ser tan negra como una noche sin luna.
-¿Qué os parece?- dijo Iona a sus acompañantes
Continuará…
Ya te comenté en tu segundo capítulo que me gusta mucho como lo estás narrando. Sigue.