Después de lo ocurrido, nunca más se supo de aquella extraordinaria flor, nadie supo más de ella, dicen que no volvió a crecer. Era la flor del amor y se murió con el, aquel trágico día de la muerte de Javier.
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20 años más tarde.
Oliver era un joven apuesto y jovial, de unos 20 años. Creció sin padre, su madre, Lucia, hizo las veces de los dos, cuando fue mayor le contó la historia de cómo murió y el porqué.
Aún sin conocerlo lo adoraba por lo mucho que quiso a su madre hasta el momento de su muerte.
El chico era un gran amante de la naturaleza, le gustaba subir a las montañas, admirar desde su cima la inmensidad de los valles que a lo lejos se divisaban. A menudo salía de excursión sin importarle el mal tiempo, nunca veía el peligro. Un día se le ocurrió subir a la “Montaña Prohibida”, se llamaba así por lo escarpado de su entorno, nada le impedía subir a ella, su valor era mucho más grande que el peligro que pudiera encontrar en el camino.
Mientras subía a ella percibió que hacía mucho tiempo que por allí nadie pasaba, en verdad lo que contaban de ella era cierto. Subía y subía hasta llegar a una especie de pequeño pasillo en la ladera, era muy estrecho y peligroso, tuvo sumo cuidado de no caer al vacío. Miró hacia abajo con curiosidad por ver a qué altura se encontraba y divisó una laguna de la que nadie le había dado cuenta de su existencia.
Sin pensárselo dos veces, bajó hasta ella. Con asombró vio el color de sus oscuras aguas, era de un verde esmeralda hermoso y extraño. De pronto se dio cuenta de algo que estaba medio enterrado en la orilla de la laguna, entre matorrales, piedras y barro sobresalía un esqueleto humano.
Con sumo cuidado desenterró aquellos restos, no tenía conocimientos de medicina forense, así que ni siquiera podía imaginar a quién podía pertenecer y cuanto tiempo llevaba en aquel lugar. Un rayo de sol vino a reflejarse en algo pequeño y que brillaba mucho, lo tomó en sus manos y vio que era una cadenita con algo enganchado en ella y que llevaba un nombre muy rústicamente grabado. “Lucia”…casualmente era el nombre de su madre, decidió llevarlo al pueblo por si alguien sabía a quien podía pertenecer, aunque el ya tenía sus sospechas.
Sin saber el como ni el porqué, algo le decía que dirigiera su mirada a lo alto de la montaña. Una luz muy potente provenía de alguna cueva que a el, se le pasó por alto, estando allí arriba no vio nada que le indicara que pudiera existir una oquedad en la pared de la montaña.
Rápido como el rayo subió hasta el lugar de donde provenía aquel fulgor tan brillante.
Apartó ramas, piedras y todos aquellos desechos del tiempo que tapaban la entrada a la cueva. Se adentró en su interior sin miedo alguno, algo le llamaba desde dentro. Al llegar donde provenía aquella luz pudo admirar fascinado como la más bella flor que nunca imaginó se le presentaba ante sus ojos reluciendo, negra como el carbón pero plena en hermosura.
Con sumo cuidado la cortó y volvió a su casa con toda la rapidez posible, tenía que enseñarle a su madre el descubrimiento que acababa de hacer. Lucia se encontraba descansando, su corazón todavía tenía las heridas abiertas a pesar de los años transcurridos, soñaba despierta con Javier día y noche.
Casi sin respiración se presentó ante ella y puso en sus manos la flor y la cadena. Lucía lanzó un grito y no pudo ver nada más, se desmayó de la impresión.
La cadena era la que le entregó a Javier momentos antes de ir en busca de la flor y…aquella orquídea… no florecía desde la desaparición de su amado. Solo una cosa la pudo hacer florecer. Que el cuerpo encontrado era el de Javier.
Se hicieron las pesquisas pertinentes y se llegó a la conclusión sin duda alguna de que los restos encontrados por Oliver eran los de su padre, asesinado brutalmente por su rival, el ruin Alberto
Lo trajeron al pueblo y en la más tierna intimidad le dieron sepultura, por fin descansó su alma en paz. Por fin la flor pudo florecer de nuevo.
Desde aquel día florece cada 20 años, que es el tiempo que se tardó en encontrar el cadáver de Javier.
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Los cinco amigos estaban extasiados escuchando el desenlace de la historia. Iona se dirigió a su abuela:
-¿Y como sabes tu esa historia, abuela?
Querida Iona, Oliver era tu bisabuelo, el me la contó al igual que yo lo estoy haciendo contigo. Ese es el secreto de por qué la orquídea negra solo florece cada 20 años. La flor no floreció hasta que se descubrió el cuerpo de quién fue su verdadero dueño. Tan solo demuestra su infinita hermosura en manos de quién ama de verdad.
Iona y Dante cruzaron sus miradas. Había en sus ojos una calidez especial. Dante dijo:
Voy en busca de esa flor….
FIN
Muy bueno, Wersi. Me gustó ese juego de misterio que has manejado con gran soltura. Siempre te dije que siguieras adelante. NO te detengas. Digno para ser publicado. Un abrazo cordial.