CAPÍTULO 1..
En la Sala Principal del Palacio de Fontainebleau, aquel atardecer del 8 de enero de 1616, el Condestable Armand Duglesclin hablaba, pausadamente, con Liano di Milano, el famoso espadachín italiano que tanto entusiasmo había despertado entre las nobles damas cortesanas por sus famosas victorias ante los célebres mosqueteros franceses, aquellos gentilhombres que pertenecían a las compañías de caballeros de la Casa del Rey Luis XIII El Justo. Además, era tan atractivo físicamente que todas suspiraban al verle pasar pues resultaba imposible no sucumbir a sus encantos personales.
– Caballero Liano di Milano… ¿lo que me estáis queriendo dar a entender es que habéis venido desde tan lejos para participar en el Torneo de Espadachines para conseguir a una de mis hijas?.
– En efecto, señor Condestable, he venido a casarme con una de sus hijas; pero tengo que confesar que no me conformo con cualquiera sino con la más interesante.
– ¿Qué queréis decir con eso de la más interesante de ellas?.
– ¡La más bella!.
– ¿Estáis diciéndome que os mueve sólo la belleza antes que cualquier otro motivo y que es sólo para casarse con la más bella de mis hijas por lo que habéis venido desde el condado de Milán?.
El caballero Liano di Milano soltó una alegre carcajada rompiendo el protocolo de la seriedad.
– ¡Jajajajaja!. ¡Me hacéis reír, Condestable Duglesclin!. Por supuesto que respeto mis intereses pecuniarios sin ofender a vos por ello. Quiero decir que deseo casarme con la hija primogénita. En otras palabras, con la que mayor porción de riqueza sea la que se me ofrezca como dote de bodas. Sé que todas sus hijas son bellísimas porque lo he comprobado ya al observar los impresos que habéis hecho circular por todos los lugares de Francia y Europa. Así que, como cualquiera de ellas me sirve para mis intereses económicos y sociales, repito que me interesa la más interesante.
– Entonces os estáis refiriendo a Marianne. No os arrepentiréis de ello si resultáis ser el vencedor del Torneo al final.
– Sólo hay una cuestión que deseo poneros en conocimiento para ver si os place. Lucharé por mí y, al mismo tiempo, por mis hermanos Facio di Milano y Ximo di Milano y por mi tío Nito del Molinum.
– Sé muy bien que tanto vos como vuestros dos hermanos sois florentinos y Florencia siempre me ha atraído para seguir fomentando mi comercio de vinos y frutas. No hay ningún problema en que luchéis también en el lugar de vuestros dos hermanos pues sois jóvenes los tres pero… ¿quién es ese desconocido Nito del Molinum y cuántos años tiene?.
– ¿Mi tío Nito?. Sólo es un tosco de ya avanzada edad puesto que ha superado hace tiempo los 40 y, además, es incapaz tan siquiera de manejar bien un florete, pero le prometí una de sus hijas para él.
– Hay un problema, caballero Liano.
– ¿Problema?. ¿Hay algún problema en lo que estoy pidiendo?.
– En cuanto a vuestros dos hermanos estoy totalmente de acuerdo. Son dignos de conseguir la mano de dos de mis hermosas hijas aunque no combatan en el Torneo pues vos, con proverbial generosidad, lo haréis en su lugar. Además son también físicamente atractivos y mis hijas no los rechazarán… pero su tío Nito tiene más del doble de edad que ellas y es imposible, como comprenderéis, de que alguna de ellas acepte casarse con un tosco habiendo tantos nobles franceses que las cortejan y tienen edades apropiadas para casarse con ellas.
– Vamos a poner las cartas sobre la mesa en este juego, Condestable. Si algún joven mosquetero francés desea impedir que mi tío Nito se case con una de sus hijas lo tiene muy fácil. ¡Que luche contra mí y me venza!. Si pierdo alguno de los combates le juro que tanto mi tío como mis hermanos y yo nos alejamos de París para siempre y vuestras hijas quedan en libertad para elegir a los esposos que deseen.
– Eso es jugar con ventaja. Vos sois el mejor espadachín europeo pero… ¿qué clase de mosquetero es ese desconocido Nito del Molinum del cual me decís que es tosco y que estoy seguro de que ni tan siquiera puede caminar por sí mismo sino con ayuda de un bastón?.
– Y decís la verdad, señor Armand Duglesclin… puesto que mi tío Nito del Molinum tiene tantos achaques que sólo puede caminar con un bastón de avellano y gruesa contera. Además, a duras penas puede montar a caballo. Más de una vez yo mismo he tenido que levantarle del suelo por su torpeza y porque ambos bebemos más de la cuenta.
– ¿Y vos creéis que yo puedo consentir que una de mis hermosas hijas cargue con tal mochuelo?. Ninguna de ellas aceptará eso. Ya sabéis que la frase cargar con el mochuelo significa un trabajo fastidioso o tan difícil de soportar que nadie quiere encargarse de hacerlo.
Liano di Milano volvió a soltar otra irreverente carcajada.
– ¡Jajajajaja!.
– ¡No os riáis tanto porque yo no veo que el asunto tenga gracia alguna desde cualquier punto de vista con que se mire!.
– No me digáis que a estas alturas del juego tenéis escrúpulos señor Condestable. Vamos a seguir poniendo las cartas sobre la mesa y al descubierto. ¡Sin trampas, Don Armand, sin trampas!.
– De acuerdo, Juguemos sin esconder nada. ¿Qué me podéis decir más de vuestro tío Nito del Molinum?.
– Que tiene tantas cantidades de tierras que son más que suficientes propiedades agrarias para hacer feliz no sólo a una de vuestras hijas sino a todas juntas.
– Os recomiendo que habléis con más vergüenza y mayor educación cuando os refiráis a mis hijas pues veo que soléis tener la lengua bastante larga. Le recomiendo caballero Liano di Milano que no seáis tan ofensivo a la hora de gastar bromas pues siempre habrá alguien, en alguna parte de este mundo, que sea capaz de cortaros la lengua incluso por bromas menos pesadas. ¿Si tenéis tanto gusto en saber emplear la espada por qué no tenéis tanto gusto en saber emplear la lengua?.
– Perdón, señor Don Armand… la verdad es que no quise ofenderos ni a vos ni a ellas… pero es mi forma de ser…
– Pues le pongo en conocimiento que hay hombres que son graciosos y hay hombres que se las dan de graciosos. En esto del hacer reír hay quienes nacieron con estrella suficiente para no reírse de nadie pero los hay quienes nacieron tan estrellados que en vez de graciosos pasan a ser payasos pero no de circo sino payasos de la vida. ¿A qué clase de graciosos pertenece usted, caballero Liano?.
– Olvidemos ya el asunto, señor Condestable, no vaya a ser que amarguemos esta amistosa charla.
– Amistosa hasta cierto punto, caballero.
– Está bien… ¿no le interesa saber algo más de mi tío Nito?.
– Vuelvo a repetiros que ninguna de mis hijas quiere ni desea terminar siendo una simple campesina sometida a un amo y señor de muchas tierras. ¡Ninguna de ellas ha sido educada oara ello!. ¿Me habéis comprendido ahora?.
– Vaya. Veo que sus hijas aspiran a grandes futuros.
– Aspiran al futuro que yo he labrado para ellas y mi trabajo me ha costado hacerlo.
– Entonces vayamos al grano y apartemos de en medio la paja. ¡La mitad de los campos de Pistoia pertenecen a mi tío Nito del Molinum!.
– Sigo opinando lo mismo, caballero Liano. En cuanto a sus dos hermanos no hay inconveniente en que usted luche en su lugar… pero… ¡por Dios que ninguna de mis hijas va a consentir ser la sirvienta doméstica de ese tal Nito del Molinum!. ¿Y por qué precisamente eso del Molinum?.
– Porque, efectivamente, nació en un molino y su primer oficio fue el de molinero. Pero consiguió hacer tantos negocios lícitos e ilícitos, pues en este mundo ya sabemos que el resultado final justifica los medios que empleamos si lo importante es alcanzar el poder, que cuando sus hijas lean su curriculum vitae que tengo en mi poder para dárselo a conocer a la beneficiada, todas van a luchar entre sí para ser la elegida.
– Mis hijas son diferentes, caballero. Ellas pueden elegir a quienes deseen. Si hago que se celebre este Torneo de Espadachines es porque quiero, para ellas, no a un mequetrefe trovador u otra clase de sinvergüenza de esos que van de lugar en lugar como el llamado Don Pablos Cimorras, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños que tan majestuosamente ha descrito el ilustre Francisco de Quevedo y Villegas en su famosa novela picaresca en castellano que, precisamente, lleva por título “El Buscón”, sino a un verdadero hombre valiente, intrépido, acaso hasta un poco temerario y aventurero, pero con valores profundamente cristianos. ¿Seréis acaso vos, célebre caballero Eliano, un verdadero adalid de la justicia cristiana o un simple y oportunista buscón?.
– No es de mí de quien estamos hablando ahora si mal no recuerdo.
– Está bien. Vos hablaréis de vos mismo a la hora de combatir con la espada porque bien es sabido que la verdadera manera de ser se refleja en la verdadera manera de luchar. Sigamos con su tío Nito. ¿Decís vos que la mitad de todos los campos de Pistoia le pertenecen a él?.
– Por supuesto. Ya empezáis a comprenderme. ¡Pensad en los óptimos negocios que puede su señoría hacer con dichas tierras a través de la hija que salga premiada!.
– A los campos de Pistoia ninguna de ella se decidirá a ir. Las conozco de sobra para afirmar tal cosa.
– ¿Y qué le parece que hablemos ahora con todas ellas para salir de dudas?.
– Ahora es imposible. Acaba de llegar la noche y, en invierno, por las noches no hay mucho con que divertirse por aquí… así que ya estarán en sus habitaciones privadas leyendo buenos libros para conciliar el sueño. Demasiado aburrido es el invierno por acá.
– Eso es algo que nunca le sucederá a quien se decida casarse con mi tío Nito del Molinum. Es capaz de hacer reír a cualquiera con sus chanzas a cualquier hora del día o a cualquier hora de la noche.
– ¿Chanzas?. ¿Vos creéis que las chanzas de un campesino van a hacer reír a una mujer criada en la más alta clase social?.
– Yo creo que sí.
– Contadme algo sobre esas chanzas que tanto hacen reír.
– Mi tío Nito del Molinum es un genio imitando a los chimpancés. Su físico, ya que es bastante feote y primitivo, le ayuda mucho en eso.
– ¿Y creéis que hacer el mono es tan divertido para una mujer de la alta clase social?.
– Por lo menos las campesinas se ríen mucho de él.
– Habéis dicho algo importante. Habéis dicho que se ríen mucho de él en lugar de que se ríen mucho con él. Insisto una vez más. ¿Vos creéis que a una alta dama de París le interesa ver a su esposo haciendo el orangután ante el público?. ¿Qué más cosas sabe hacer vuestro tío Nito?.
– ¡Disfrazarse!. ¡Es increíble la capacidad e ingenio que tiene para disfrazarse de caballero cristiano, de marrano sarraceno, de caballero con capa y sombrero y hasta, incluso, de abuela campesina o lo que quiera usted pedirle!. Y también es capaz de volverse los parpados del revés o ganar apuestas de comer cucarachas vivas o beber vino en abarcas campesinas después de haber regado la huerta con ellas o pasear completamente desnudo por los caminos. ¿Qué le parece?.
– Verdaderamente ridículo, caballero Liano, verdaderamente ridículo.
Promete mucho tu novela amigo diesel, me ha arrancado varias sonrisas y me encantan las historias de espadachines, sobre todo con todo lo que conlleva el misterioso tio, sé que te saldrás por peteneras cosa muy loable para el disfrutar leyendo, ya tengo ganas de leer la continuación, bravo diesel, un besazo
Jajaja… Alexis… me has hecho sonreír… no sé si saldré por peteneras o por soleares pero seguro que saldré de alguna manera más vivo que nunca. Bueno. Que no falte el humor aunque escribamos cosas serias.