El viento rodaba por sus mejillas y la brisa del mar rociaba su cabello, y pensó que deseaba ser tan ligera como la pluma que se levantaba suavemente con el soplo del aire, elevándose cada vez más, hasta el cielo…
La niña era normal, como cualquier otra. Todos los días se levantaba temprano, se aseaba con cuidado, se peinaba y arreglaba sus imperfecciones, tal como le había enseñado su madre, para ir al colegio. Caminaba unas cuadras, y después de clases asistía a alguna clase o iba con sus amigas a pasar el rato. Un día cualquiera, la niña se levanto. Tenía un sentimiento extraño, como que algo no estaba en su lugar. Lo ignoro. Se baño como siempre, se peino como siempre, y bajo a desayunar. Un desayuno apetitoso esperaba a la niña todos los días, pero hoy algo extraño sucedió. La niña se sentó a desayunar, pero conforme la comida empezó a entrar en su cuerpo, notó algo extraño. Algo no andaba bien. Sentía que la comida se expandía, que la atormentaba por dentro. Dejo de comer.
Pensó que al regresar del colegio todo sería igual que antes y no le dio mucha importancia. A la hora de la comida, la niña probó bocado como si nada. En cuanto empezó a comer, sintió una vez más ese sentimiento que la invadía, ese malestar profundo que le producía el comer. ¿Estaría echada a perder la comida? No lo sabía, solo sabía que no podía comer. Observó como su madre y su padre devoraba cada bocado sin ningún problema, y decidió callar. No quería herir sus sentimientos. Fingió comer un poco, y se retiro. Estaba recostada en su cama, con un ligero dolor de cabeza. Lo ignoro. Trató de no pensar en la comida, pero falló. La deseaba tanto, pero sabía que por alguna extraña razón no podía consumirla. Con los días, el sentimiento y el malestar crecieron. La poca comida que probaba se expandía dentro de ella, hiriéndola. Lentamente su cuerpo se iba transformando, no podía verse en el espejo sin notarlo. Parecía que nadie más lo notaba. La comida la enfermaba, cualquier bocado, no importaba si fuera un chocolate o una verdura, la pudría por dentro, de verdad podía sentir sus entrañas pudriéndose por dentro. Estaba asustada, pero comprendía que nadie podía ayudarla, nadie le creería. Entonces el pan, las verduras, cualquier alimento, todos los alimentos, se volvieron su enemigo. La atormentaba no poder tenerlos, pero sabía que la dañaban. Su cabeza daba vueltas de vez en cuando, pero comprendía mejor las cosas, la lucidez estaba presente siempre, y supo entonces que no necesitaba alimentarse. No había nadie como ella, estaba sola en su aflicción, así que debía fingir estar sana, debía fingir que la comida no la enfermaba para no asustar a sus padres, que jamás comprenderían que podía vivir sin ella. Un día se levantó, como si nada. Volteó, y se dio cuenta que no tenia brazos. Volteó hacia abajo, y vio que no tenía piernas, pero no se asusto. Ya comprendía lo que sucedía. Su deseo se había vuelto realidad. Estaba convertida en pluma, ligera, ligera como el viento. Entonces un soplo de aire entró en su habitación, y la elevo. Voló, voló y se perdió en lo más alto del cielo, allá donde están las nubes y residen los ángeles, y se les unió, y sus padres no la volvieron a ver jamás.
4 comentarios sobre “La Niña Pluma.”
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Preciosa narración, ojalá todos los sueños se volvieran realidad. Aunque pienso que en este caso el deseo de la ñiña afectaria mucho a sus padres que la querrian mucho como es de imaginar. No se por qué esta historia me hace sentir triste y me lleva a recordar a todas las mujeres jóvenes, adolescentes y niñas que padecen anorexia. Me ha impactado el relato.
Un saludo.
de hecho tiene mucho que ver con eso, es exactamente a lo que me referia:) gracias.
De las pocas veces que leo lo que siente realmente una persona con Anorexia Nerviosa no es sentirse gorda ni querer estar delgada es desaparecer, volverte etérea, ser una niña pluma…Un fortisimo abrazo
Esta muy bien.
me gusta los relatos de anorexia, aunq no me gustaría padecerla, es muy bonita…