El Brentwood era una especie de bar para sonámbulos. Todos allí mimetizaban sus movimientos mientras una música sinfónica de ritmos ondulantes hacían notar la sensación de que se estaba flotando en la atmósfera. Era algo que las nuevas tendencias musicales habían logrado hallar y se imponía como moda en todos los locales nocturnos. Una especie de caminar sobre las ondas del pensamiento mientras los agudos sonidos del conjunto musical de turno servían para sedar los nervios de quienes se encontraban estresados por la centrípleta clase de vida a la que habían llegado los humanos.
Paúl pidió su whisky a la camarera y comenzó a beber tranquilamente, poco a poco, mientras encendía uno de sus “pallmalls” y la música le servía de sedante para las emociones vividas. Después de terminar su cigarrillo y su whisky se dirigió hacia la puerta de salida; pero una mano femenina le tocó en el hombro izquierdo sacándole de su ensimismamiento.
– Espera guapo…
– Es que tengo prisa.
– Espera un poco. Tómate una copa conmigo. Llevo todo el tiempo observándote y he visto en tus ojos algo así como un misterio que yo quisiera comprender…
– Comprender… Comprender… ¿Qué significa para ti comprender?.
– No lo sé. Posiblemente sólo saber escuchar. Y escribir en los labios ese extraño misterio que veo en tu mirada.
La chica había salido de detrás de la barra del bar y mandó a una de sus compañeras que les sirvieran dos combinados sin alcohol. Cogió la mano derecha de Paúl y lo guió de nuevo hasta la barra. Allí se sentaron los dos en cómodos taburetes de madera que tenían el forro de suave seda.
– He notado que no eres de esta ciudad. ¿Qué pasa contigo?. ¿Cuál es tu búsqueda?. ¿Por qué tienes herida la mano izquierda?.
Paúl ya se había olvidado de la herida pero aquella belleza femenina le hizo volver a la realidad.
– Muchas preguntas de una sola vez.
– Espera. Aún no me he presentado. Me llamo Katy. ¿Y tú?.
– Yo soy Paúl y únicamente estoy interesado en encontrar pronto el Salón Tesauro.
– ¿Salón Tesauro?. Nunca oí jamás ese nombre. ¿Estás seguro de que es algún local de de esta ciudad?.
– Espera -sonrió Paúl- yo no he dicho que sea un local de copas.
– ¿Qué es entonces?.
– No lo sé realmente; pero según lo que entiendo se trata de un centro cultural.
– ¿De verdad existe ese tal Salón Tesauro?.
– Sí. Está ubicado en la Moon Street número 12.
– No conozco ese tal Tesauro; pero sí la calle Moon Street. Está al otro lado de esta gran ciudad. Al sur. Muy al sur. Es un arrabal muy poco recomendable. Es un barrio duro y lóbrego donde dicen que la policía no se atreve a entrar.
– Pues yo tengo que ir allí esta misma noche.
– Espera. Hagamos una cosa. Yo te ayudo a ti si tú me ayudas a mí.
Paúl contempló ahora muy directamente a Katy. Sus bellos ojos negros y su sensacional rostro, así como su cadencioso y melodioso tono de voz, la definían perfectamente: una espléndida portorriqueña como aquellas que él había visto varias veces en una vieja película titulada “West Side Story”. Su cuerpo era verdaderamente excitante y sus labios parecían pedir ser besados…