En la puerta del Bar Brentvood apareció una gigantesca figura de un hombretón de dos metros de altura. Un hombre que parecía, verdaderamente, inhumano. ¿Sería humano o humanoide aquella mole de músculos?. La verdad es que Katy demudó su bello rostro y quedó completamente pálida del susto. Aquel monstruo tenia una violácea cicatriz recorriéndole toda la mejilla derecha, desde el arco superciliar de su ceja hasta la barbilla, y poseía un par de ojos profundamente negros en el fondo de dos cuencas óseas. Verdaderamente era aterrador mirarle a la cara.
El gigantesco humanoide entró como un vendaval, dando empujones a todas las personas que encontraba a su paso y lanzándolos al suelo a algunos de ellos, sin importarle el estruendo de los vasos que caían partiéndose en mil pedazos. Se situó rápidamente ante Katy empujando hacia atrás ligeramente a Paúl quien tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no caer él también al suelo.
– !Hola nena!. ¿Has visto por aquí a un joven forastero?.
– Con esas indicaciones no puedo ofrecerte una respuesta adecuada.
Al gigantón le comenzaron a temblar los labios de ira…
– !!Escucha, preciosa!!. !!No juegues conmigo!!. !!No quiero perder ni un segudo más de mi tiempo!!.!!!Entiendes!!!.
Aquel rugido inhumano aterró a todos los asistentes mientras los músicos dejaron de tocar su sinfonía. Un silencio de muerte se apoderó de todo el local.
– No estoy jugando, para nada, contigo.
– !!Entonces díme inmediatamente donde está el tipo al que tengo que eliminar esta misma noche!!.
Paúl se dio cuenta, entonces, de que aquel energúmeno humanoide podría ser el mismo personaje que le había estado persiguiendo, hacía unas horas, en el inmundo callejón de los cubos de basura, la rata gris y los vecinos arrabaleros.
Katy, en aquel momento, decidió guardar silencio y no responder al gigante aunque le costase la vida por ello. Lo cual hizo que se pusiera aún más nerviosa. Pero se controló y no dio muestras de ello. De los ojos del humanoide comenzaron a salir llameantes miradas de odio. Con la mano izquierda agarró a Katy por su cabello y, sacando una pistola del interior de su gabardina blanca llena de pringues y manchas de aceite, que destellaba en medio de la oscuridad, la colocó justo en la sien derecha de la portorriqueña.
!!No me importa en absoluto alojarte dos balas en tu lindo cerebro!!… !!!Así que habla!!!. !!!Contesta a lo que te he preguntado!!!.
Nadie se movía de sus asientos. A los que estaban de pie les temblaban las piernas excepto a Paúl que estaba pensando… mientras el silencio mortal siguió apoderándose del local. El humanoide estaba cada vez más enrojecido de ira. Ahora su rostro parecía un semáforo encendido que cambiaba del rojo al verde, pasando por el naranja, debido a su estado de ánimo. De sus ojos seguían saliendo llamaradas de odio que hacían que la temperatura, dentro del local, fuese asfixiante. Algunos de los parroquianos estaban a punto de desmayarse. Volvió a hablar estruendosamente el humanoide.
– !!!Te he dicho que contestes a mi pregunta!!! -parecía que sus ojos se salían de aquellas órbitas óseas y se le comenzaron a hinchar las venas del cuello.
Como Katy seguía guardando un absoluto silencio, el gigantón de dos metros de altura, sin soltar su mano izquierda del cabello de ella, le aplastó la cabeza sobre el mostrador mientras cambiaba la pistola y ahora la ponía en la sien izquierda de la bella portorriqueña.
– !!!Te repito por última vez que respondas a mi pregunta!!! -Los ojos del gigantesco humanoide eran como dos ascuas salidas de sus cuencas mientras seguía aplastando la cabeza de ella contra el mostrador.
– !!!Te he dicho que me contestes!!!. !!!Ya estoy harto!!!. !!!Te voy a contar solamente hasta diez!!!. !!!Me importa un rábano matar una persona más!!!.
Paúl estaba pensando en cuál sería la manera de poder enfrentarse a aquel mastodóntico personaje cuando la cuenta atrás comenzó a sonar en el recinto y a todos les palpitaba el corazón de terror ante lo que estaban contemplado. !Era aterrador ver el rostro descompuesto de aquel humanoide y más aterrador aún escuchar su cavernosa voz!.
– !!!Uno!!!.
– !!!Dos!!!.
– !!!Tres!!!.
– !!!Cuatro!!!.
– !!!Cinco!!!.
– !!!Seis!!!.
– !!!Siete!!!.
– !!!Ocho!!!.
– !!!Nueve!!!.
Paúl reaccionó repentinamente al observar que había a su derecha, en el mostrador, una botella de whisky sin abrir. Con la celeridad de unas décimas de segundo cogió la botella y le atizó un estruondoso botellazo a la cabeza del humanoide el cual, ante la enorme fuerza del impacto, soltó su mano izquierda con la que tenía aplastada contra el mostrador a Kay, soltó la pistola que cayo ruidosamente al suelo, se tambaleó durante unos segundos que parecían una eternidad y, finalmente, de desplomó hacia atrás cayendo como fulminado por un rayo. Quedó boca arriba, completamente noqueado, y de su cabeza comenzó a salir una asquerosa masa sanguinolenta. El humanoide se estaba desangrando…
Todos los parroquianos del local huyeron despavoridos como almas en pena y salieron, atropellándose los unos contra los otros, hacia la calle. Todos menos Kay, Paúl y un hombre de edad madura que permanecía sentado ante una copa de coñac.
– !Te debo una, Katy!.
– No me debes nada… y ahora vamos a ver esa herida…
Katy no se estaba refiriendo a la mortal herida del gigantesco humanoide sino a la mano izquierda de Paúl.
– No, Katy. Esta herida no tiene ninguna importancia.
Paúl se quitó lentamente el vendaje de su mano izquierda. La herida se había cicatrizado. Sólo un leve rasguño aparecía en su dorso.
– Si quieres puedo tratar de que no se infecte. Tengo aquí todo un botiquín completo.
– No es necesario.
Paúl se quedó mirando a aquel siniestro humanoide que estaba perdiendo la vida tumbado boca arriba en el suelo del Brentvood. La masa sanguinolenta no dejaba de fluir y era cada vez más abundante. El humanoide se moría dando espeluznantes estertores agudos. El hombre maduro, que estaba sentado en una esquina del local, seguía observando sagazmente toda la escena…
– !Vámonos de aquí, Paúl, vámonos antes de que despierte ese monstruo!.
Paúl estaba intentando recordar. Se fijó nuevamente en el horrible humanoide que, boca arriba, seguía produciendo estertores de muerte. Estaba ya seguro de que había sido el personaje que le había estado persiguiendo por el nauseabundo callejón de las basuras.
– Vámonos, Paúl!. !Por favor, vámonos de aquí!.
– Si. Vámonos. Lo volvería a hacer por ti cuantas veces fuese necesario.
Y tomando la mano derecha de ella con su mano izquierda salieron de aquel asfixiante local. Inmediatamente, el hombre de edad madura, se levantó de su asiento y con una agilidad de gamo salió tras ellos…