Ella parecía que sonreía, pero lloraba por dentro. Su frágil cuerpo estaba muerto, hundido por la muerte de su padre y las penurias que llevaba arrastrando en su trabajo. Estaba parada esperando el autobús. Yo la observaba de lejos mojado por la suave lluvia que caía del cielo oscurecido por la noche .Me dio pena verla fumar los cigarrillos de su paquete arrugado de dos en dos, nerviosa, quizás un poco desolada,¿con falta de cariño?.Quizás, pero yo no era la persona idónea para dárselo. Sí, era mi vecina pero lo máximo que nos habíamos dicho en cinco años era hola y adiós. No quise perturbarla mas de la cuenta, preferí protegerla de lejos, en la distancia. Pronto llego el autobús y la vi perderse en la lejanía, una noche mas, enamorado de su ser y de su alma, sin poder hablar, sin poder acercarme. Me di la vuelta y me dirigí a la tasca del tío Pepe a ahogar mis penas y, tal vez, a recordar su angelical rostro.
2 comentarios sobre “la parada”
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Y el allí parado sin decidirse a hablarle…
Me ha gustado mucho Javier, le das un toque especial al relato a pesar de ser cortito.
un saludo
“Quiza un par de parrafos mas… hubieran arruinado el texto”.
Lo que es bueno decir es que, cuando las atrocidades a las que no podemos escapar nos acechan de pronto, y los dioses se ponen intratables y haz perdido en el pocker, y estas pasando por un dia de esos donde no hay salidas lo unico que le falta a tan predilecto panorama, es que tu vecino te proteja de lejos.
Muy bien realizado