– ¿Qué va a ser, Manolo?.
– Un anís bien dulce, Paco… que la vida ya es demasiado agria como amargárnosla más.
– ¡Vamos, Manolo!. ¡Un poco más de optimismo!.
En esos mismos instantes está Gloria abriendo su quiosco de prensa. En Casablanca un terrorista islámico se ha inmolado en un cibercafé. Se trata de un joven de 23 años de edad que estaba consultando páginas sobre el terrorismo.
– Paco… ¡aquí te dejo el periódico!.
– Está bien, Gloria. ¿Te apetece uno con leche bien calentita?.
– Estupendo. Hace frío hoy…
Gloria es joven y guapísima. Van tras ella todos los mozos del barrio a intentar ligarla y salir con ella el viernes por la noche; pero quien verdaderamente está locamente enamorado de Gloria es el tímido Domingo que ahora, según va a entrar en el local de la Academia de Manuel Pedroso, a estudiar informática, inglés y contabilidad, se cruza con ella y se ruboriza desde la cabeza a los pies. Gloría le sonríe pícaramente.
– La juventud, como siempre Manolo…
– Sí. La juventud… ¡quién pudiera volver a ser joven!.
– ¡Vamos, vamos, Manolo… qué todavía no eres un viejo!.
Llega en esos momentos el anciano Tobías a pasear a su perrito Canelo, un fox-terrier que juega a perseguir a las palomas y a olisquear por entre las sillas de la terraza de La Hacienda.
– ¡Hola, Tobías!. ¡Buen día! – le grita el guarda urbano.
– ¡Buen día, Jaime!.
– ¿Qué tal vas de la pierna?.
– Como siempre… jodido… esto no hay ningún dios que lo arregle…
Quien sí se ha arreglado minuciosamente, antes de salir a la Plaza, es Doña Carmen. Va dispuesta a arreglar, de una vez por todas, el asunto de la herencia que está pendiente de reparto. Y entra en La Hacienda a tomar su característico chocolate con churros.
– Carmen… ¡está usted muy guapa hoy! –le piropea Paco.
– ¡Ea, hijo!. ¡A ver si así consigo que el abogado me resuelva por fin la papeleta!.
Una papeleta, pegada en el cristal de la cafetería, anuncia que se arrienda un tercer piso por 400 euros al mes.
– ¿Y qué pasa por fin con la casa?.
– ¡En esas estamos, Paco!. ¡Entre unos y otros la casa sin barrer o en otras palabras éramos pocos y parió la abuela!.
Ríe Paco las ocurrencias de doña Carmen mientras por la Plaza pasan los chiquillos que van a estudiar al Salzillo. Marchan en grupos de tres y hasta de cuatro y caminan a trompicones, con las caras todavía llenas de sueño…
Sueños… sueños… todas las palomas revolotean entre los viejos álamos del jardín mientras el aire sopla ligeramente fresco las ramas y los bancos de piedra que están aún húmedos del rocío de la madrugada.
Pasan las horas. Siguen entrando y saliendo vecinos de la cafetería y Manolo tiene ya que ir a sus labores.
– En fin, Paco. Voy a dar una vuelta por ahí. Como decía mi padre, que en paz descanse, todo tiene remedio menos la muerte.
– ¡Hay que levantar ese ánimo, Manolo!. ¿Otra copita de anís?. Esta te invita la casa.
– En ese caso… ¡venga esa copita!…
Y Manolo vuelve a sentarse frente al mostrador mientras a su lado el joven Víctor está leyendo las noticias del diario deportivo Marca.
– Que no… que no… que el Real Madrid no gana tampoco este año la Liga…
– No estés tan seguro de eso, Paco…
– ¿Pero todavía confías en que Capello va a conseguir algún título este año?.
– Yo creo que sí…
– Eres tú demasiado joven todavía.
– ¿Qué tendrá que ver la juventud con que el balón entre o no entre en la portería?.
El portero del Edificio Jardín ha salido a la Plaza con una bolsa llena de basura y se acerca al contenedor público que hay, en la calzada, junto al quiosco de periódicos, mientras ya ha abierto la ventanilla Serafín, el de la ONCE…
– ¿Qué número salió ayer?.
– El 2347
– ¡Ni el reintegro!. ¡No he acertado ni el reintegro!.
– No se desanime usted, Don Antonio. Llévese hoy el 7620 que le va tocar. Hoy será el día de su suerte.
– Suerte… suerte… ¡venga acá el 7620! Pero que conste que mi suerte sólo será cuando me llegue el día de la jubilación si es que para entonces sigue existiendo la pensión para los jubilados… porque según está la Seguridad Social… no sé… no sé…
A las doce de la mañana está la Plaza en plena ebullición y un grupo de jubilados, los de siempre desde hace años, charlan sentados en los bancos de piedra o juegan a las cartas a la vez que el numeroso grupo de palomas picotean de un lado para otro entre las sillas de La Hacienda, El Palapanza, El Lagar y la Amstelería. Aparece Tomasín montado en bicicleta.
– ¡Oye, chaval!. ¡Que un día vas a atropellar a alguien!.
– ¡Oiga, señor!. ¡Que mi padre paga los impuestos!.
– Pero no para que pases por la plaza haciendo el burro con tu bicicleta…
– ¡Déjale, Juanjo!. ¡Estos chicos de hoy no saben nada de educación!.
– ¡Tenían que volver aquellos tiempos de la letra con sangre entra y veríamos si tendrían educación o no…!.
Tomasín continúa dando vueltas en su bicicleta con una sonrisa de oreja a oreja mientras el quiosco de la Gloria está ahora lleno de personas que vienen a comprar la prensa. Un grupo de amas de casa está charlando sobre la acera. Hablan de lo caro que está todo. Unas van al Mercadillo, otras a Mercadona y hay quienes se dirigen a El Árbol; pues cada una de ellas tiene la verdad sobre los precios y donde son más caros o más baratos. Unas dicen que acá. Otras dicen que allí…
– ¡Dios mío!. ¡Han sonado las doce en el reloj de la iglesia de San Pedro!. ¡Me tengo que ir ya, Paco!.
Han sido, al final , tres las copitas de anís que ha tomado Manolo quien sale de La Hacienda con la vista un poco nublada y está a punto de ser atropellado por la bicicleta que monta Tomasín…
– ¡Te lo estamos diciendo, chaval!. –le recrimina el jubilado Juanjo- ¡Haz el favor de salir echando leches de aquí!.
Tomasín, ahora ligeramente asustado, sale zumbando por la calle Mayor arriba…
Desde la ventana de la Academia Manuel Pedrero, el tímido Domingo no hace otra cosa sino observar a la bellísima Gloria del puesto de periódicos quien, sabedora de ello desde hace tiempo, pone posturas provocativas para el joven.
– ¡Vamos a ver, Domingo!. ¡Qué te pasa?. ¡Pon más atención porque últimamente andas muy despistado y estás fatal en los ejercicios de contabilidad!.
– Es que… Don Javier… últimamente no puedo concentrarme…
Hay una concentración momentánea de mujeres que protestan contra el maltrato al género femenino. Algunas, de pie sobre los bancos de piedra, lanzan proclamas que son vitoreadas por las demás. Al poco tiempo desfilan hacia la Alcaldía, a protestar por sus legítimos derechos, calla Mayor abajo…
Llega el cartero y está abriendo el buzón amarillo de Correos. José, en el último instante, le da alcance.
– ¡Por favor, recoja esta carta!. Es urgente…
– Pues llega usted a tiempo justo. Un segundo más tarde y se tiene que esperar a mañana.
– Es que va para las Américas…
– ¿Para dónde ha dicho usted?.
– Para Ecuador.
– ¿Y cómo está Ecuador?.
– Mal. Sigue mal. Veremos a ver lo que hace Correa.
– ¿Qué hay en la carta?.
– Papeles para un cuñado mío.
– Pues no sé cuánto van a tardar en llegar…
– No importa. El caso es que lleguen.
– Eso seguro. Que llegan llegan como yo me llamo Anselmo.
Es el mismo instante en que Pedro está sacando dinero del cajero automático de Cajamadrid mientras su mujer, Teresa, compra pasteles en La Amstelería.
– Es que hoy cumple años la nena.
– ¿Cuántos?.
– Trece.
– ¡Uy, que mal numerito!.
Nicanor tiene dichos y gestos de amaneramiento y hay quien dice… pero no… no es de incumbencia de nadie… y además las apariencias engañan… porque está casado, con dos hijos varones y dos hembras… y muy enamorado de su Dolores, Lolita, Lola como la llama él. Pero los rumores sobre su feminidad siguen circulando por el barrio.
A la hora de la siesta la Plaza de las Palomas queda totalmente desierta salvo el caso aislado de Jesús, un hombre de mediana edad, que siempre viene allí, a sentarse bajo el olmo más frondoso del jardín, y a la sombra a leer El País. Ahora está centrado con el asunto de De Juana Chaos y el enfrentamiento entre PP y PSOE.
A la tarde la Plaza se llenará nuevamente de gentío. Ahora serán mayoría los niños que juegan con sus pelotas y los jóvenes quinceañeros, de ambos sexos, que quedan aquí todas las tardes para ligar y tomar alguna cervecilla que otra, mientras el numeroso grupo de palomas continúan sus ávidos picoteos entre las mesas de los cuatro establecimientos de restauración: La cafetería La Hacienda, el restaurante Palapanza, la sidrería El Lagar y la pastelería La Amstelería. Y por la noche, mientras llegan Rubén y Maria a su portal del Edificio Alianza, la Plaza de las Palomas comenzará a envolverse en un profundo sueño de silencio… solo interrumpido por los monosílabos de El Rata, el vagabundo que pide tabaco a todos los transeúntes nocturnos.
En un banco de piedra de la Plaza de las Palomas alguien ha escrito con aerosol azul: Gloria Te Amo. Nadie sabe quien ha sido. Bueno. No es cierto. Domingo sí sabe quien ha sido. Posiblemente Gloria también.