El ángel se le apareció en el sueño y le entregó un libro cuya única señal era un siete. En el desayuno vio servida siete tazas de café. Haciendo un leve ejercicio de memoria reparó que había nacido un día siete, mes siete, a la hora siete. Abrió el periódico casualmente en la página siete y encontró la foto de un caballo con el siete que iba a competir en la carrera número siete.
Hoy era un día siete. Así que se fue al banco a retirar todos sus ahorros, empeñó todas sus pertenencias, hipotecó la casa y pidió un préstamo de siete millones. Luego, llegó al hipódromo y apostó todo el dinero al caballo del periódico, el número siete, en la ventanilla número siete.
Se sentó, sin darse cuenta, en la butaca siete de la fila siete y esperó. Cuando comenzó la carrera siete, la gente se puso de pie y estalló de entusiasmo durante setenta y siete segundos. El caballo siete cogió la delantera entre los siete caballos participantes.
La carrera terminó precisamente a las siete y el caballo número siete terminó en el lugar número siete.
POSDATA.- El autor de este cuento es el escritor dominicano Pedro Antonio Valdez pero hay otro cuento que es una versión casi absolutamente igual (por eso yo diría que uno de los dos ha plagiado al otro) cuya autoría es de Katzle Cartagena, de Chile (con el título de “La suerte del “Siete” Peñaloza”). Yo no sé cual de los dos escritores fue el autor del original y cual fue quien lo copió y lo plagió pero ambos cuentos han sido publicados en Sudamérica y han obtenido premios en concursos literarios (Ahora bien, está claro que uno de los dos plagió al otro). Y que el autor original se basó, para hacer el cuento, en las historias de la Kábala sobre el número siete. Un número que significó en la antigüedad señal de buena suerte porque era considerado trinidad de trinidades, número de finalización, combinación del tres y del cuatro (lo espiritual y lo real). Las antiguas supersticiones decían que era un número de la buena suerte.
Hay un tercer cuento )”Setente veces siete”)que puede verse en http://www.geocities.com/delsuragenda Nº 91
y luego esto:
SETECIENTAS VECES SIETE, Y TODAVÍA MÁS
En el número anterior de Agenda del Sur publiqué un breve, brevísimo cuento (“Setenta veces siete”) que acaso usted mismo, amigo lector, haya corrido el riesgo de ojear. Pero por las dudas no lo haya hecho, le anticipo que el texto refería a cierta anécdota (en rigor, cierta humorada) que le vengo escuchando a mi amigo y compadre Hugo Alberto Stoessel desde los años ’70, cuando compartíamos una pensión derruida en los arrabales de La Plata.
La anécdota siempre me resultó divertida, y como Hugo está lejos de ser un literato, siquiera un narrador aficionado, yo intenté ponérsela en palabras antes que los dos terminemos borrándola de la memoria.
Hasta allí el recorrido que por lo general, dicho sea de paso, suelen hacer casi todos los cuentos, incluidos algunos muy cotizados (Borges solía dedicarle el primer párrafo de los suyos a la “fuente” de la cual los había tomado, ¡y no siempre era apócrifa!). Pero he aquí que al cabo de dos semanas recibo un mail de la cuentacuentos Iris Gardelliano, que me advierte que a ese relato ella suele incluirlo en su repertorio con el título de “La señal lejana del siete” y la firma de un tal Pedro Antonio Valdez.
Fui corriendo a la Internet. Y mi querida Iris tiene razón: el cuento existe, está publicado allí y para mayor abundancia la web hasta nos cuenta que Valdez es un escritor dominicano nacido en 1968 y autor de varios libros, el primero de los cuales vio la luz en 1992 y se apodó “Papeles de Astarot”.
Debo confesarlo: el caso me ha dejado estupefacto. Porque cuando mi amigo Stoessel me relató el bendito cuento por primera vez, Valdez difícilmente había aprendido a hacer los palotes, de modo que el dominicano no puede ser jamás su autor.
Claro que tampoco lo puede ser mi amigo, porque hasta donde sé he sido el primero en volcarlo en el papel, y esto ocurrió, como quedó dicho, recién en la edición pasada de Agenda del Sur. ¿Habrá entonces un primer autor, uno totalmente original? ¿Habrán leído Valdez y Stoessel el mismo libro para después olvidarlo y creer que les pertenece? Tratándose de un argumento no demasiado original (nadie piense en “El Aleph”, ni en “Pierre Menard autor del Quijote”, vaya más vale por el lado de un Cucurto sin demasiado vuelo), un argumento que cualquiera puede bordar sin gran derroche de imaginación, es posible que los autores no sean ni el susodicho Valdez, ni mi compadre Hugo, ni ningún otro escritor sobre la tierra (ni yo, en ese caso, su humilde amanuense). Es posible que el relato venga -con sus variantes- desde el fondo de la historia y sea tan viejo como el mundo, o que Valdez, Stoessel y Gardelliano se hayan complotado para volverme un poco más loco todavía. Aunque ahora que lo pienso, puede ser también que al destino lisa y llanamente le gusten este tipo de malos entendidos para tenernos entretenidos mientras el muy ladino hace lo suyo, tan callando.
Miguel Ángel Morelli