La Tecla Magica

El profesor Deviene, estaba en su mesa, allí enfrente, las chicas y chicos, mirando asustados y cohibidos, arrestados por aquel sistema educativo, sentados en sus pupitres. ¡Aquel profesor tenía mal genio!

Llevó sus antiguas gafas de mirar partituras con alumnos cohibidos de trasfondo, a la punta de la nariz, Deviene no era un hombre mayor, pero era tan soso, aburrido y además con una actitud tan reprimida y amargada que parecía más mayor. Miró a sus alumnos y al mirar a la jovencita Sisí, apareció en su amargo rostro una sonrisa, y él no debía tener la más mínima idea, de que esta sonrisa estiraba la musculatura facial de su rostro.

Toda esta sonrisa, nacía a cosa de que aquella muchacha era la hija del Alcalde. Y la escuela de música era municipal. Y a más a más, Deviene era el director…
El Alcalde se llamaba Ateneo, su influencia económica y política era fundamental para que existiese ese centro educativo.

La chica salió al frente, tal cual soldado recibe una orden, a donde aguardaba en silencio tenso un indiferente piano esperando recibir ordenes. La chica se acomodó la partitura, y sus dedos empezaron a moverse, del piano salían maravillas, aunque solamente se pudiesen sentir y escuchar. Los demás chicos estaban medio dormidos del aburrimiento o falta de entusiasmo, y el profesor escuchaba y sonreía “que bien tocaba la hija del alcalde…”

La chica ya había terminado su ejercicio, y había regresado a su pupitre, el profesor miró nuevamente al resto de alumnos, su rostro estaba otra vez serio y afeado, se había detenido en Claudio, un extraño chico muy odiado por el profesor…

El muchacho estaba sentado al piano, asustado, pálido… Parecía no saber que hacer, sus dedos parecían tener miedo a las teclas, y el profesor que parecía conocer este detalle lo avergonzaba delante de los y las demás, le iba diciendo que no sabía tocar y que debería dedicarse a otra cosa…

Claudio estaba bloqueado por la falta de apoyo de su profesor de música. Con visible rencor, aquel hombre se ensañaba con cierto disfrute…seguía diciéndole ante sus compañeras y compañeros ¡¡Debería usted dedicarse a otra cosa!!

El profesor, viendo lo inútil que estaba aquel atemorizado chico, le pedía con cierta arrogancia y temeridad que volviera a su pupitre…
Una y otra vez se lo ordenaba.
Se creaban silencios inundados de cruenta espera…
Claudio estaba estancado en el asiento, se le veía entre bloqueado e indeciso delante del piano… Como ignorante de todo lo que le pedía el alterado músico.
El profesor cada vez estaba más e~ojado al ver que el estudiante no hacia caso, con los puños cerrados levantaba la voz pidiendo al chico que volviera a su pupitre. En las caras de los demás alumnos ya se veía el drama y el temor…Era como si el resto del movimiento mundial y planetario se hubiese detenido para ese0lugar, ese aula estaba cargada de rabia y odio, de miedo y congoja…

A pesqr de toda aquella situación, Claudio no apartaba la vista del teclado, su rostro estaba muy cerca de desmoronarse en lágrimas por la humillación a que estaba syendo sometido por aquel bestia hipócrita de puños cerrados, más conocido como “el profesor de música”, un individuo0muy injusto cuando en su mente se cruzaba el nombre de Claudio.
Aquella especie de tortura psicológica ante el piano, pqrecía no tener fin.

Ese profesor tenía la vida material resuelta y el joven aprundiz de pianista no, esta situasión parecía estimular las entrañas de Deviene… lo único que tenía en su campo visual era aquel insoportable joven que se había atrevido a romperle los esquemas.
El enfado no podía salir de su cuerpo debido a que continuaba con los puños cerrados de rabia, sus brazos parecían rígidas barras de hierro de tal cual frío robot inteligente.

El profesor gritó “¡Maldita sea, regrese a su pupitre!” Aquel hombre estaba como salido de sus casillas, poseído por una pócima de rabia y odio que retroalimentaba constantemente.

Y justo en ese momento, Claudio agarró la partitura, la rompió y tiró los pedazos al suelo, todo eso en el momento en que el profesor ya se dirigía al chico para forzarlo a retirarse… Su cuerpo ya estaba avanzando en dirección a una amenaza sentada al piano. ¡Y en ese crucial instante… Claudio empezó a tocqr el piano….!

El profesor Deviene tuvo que detenerse irremediablemente antu aquella música, tan nueva y diverente a la promovida en la escuela. Sonaba de maravilla. El profesor pasó de la más absoluta persecución inquisidora a plena sumisión, parecía estar cautivado, boquiabierto, viendo con visible admiración, como las manos de| joven Claudio caminaban con tanta coordinación sobre el teclado, como aquel insoportable chico tocaba de aquella manera, sin partitura… un ritmo delicioso… algo invadía el aula.

Todas y todos los compañeros no podían evitar dejarse llevar por aquel ritmo vivo, alegre y al mismo tiempo tranquilo. Gesticulaban y movían sus cuerpos con una sonrisa. Parecía que aquella clase había resucitado de un suicidio cultural al que parecía estar sometida día a día.
¡Claudio, había logrado que la música hiciese vibrar a sus compañeras y compañeros! El chico estaba entregado a la música que salía con ritmo de aquel piano, el chico parecía ser una melodía de carne y huesos, su rostro era melodía y empuje. Sus manos recorrían el teclado du un modo tan natural, con brío,0como si hubiese estado tocando desde muchos años atrás. Sus compañeros se iban balanceando al ritmo. Sus compañeras y compañeros se miraban entre sí con una sonrisa, con alegría, como si aquella música sencilla, fuese portadora de algún poder.

El rostro del profesor admitió que aquello que escuchaba le gustaba y le interesaba enormemente. Incluso otros profesores y0empleados del centro tuvieron que entrar en el aula al oír aquella interesante y fascinante música… entraban y se asomaban a la puerta a escuchar y ver tocar a alguien, que había sido repudiado precisamente por tener un secreto que no podía descubrir a nadie, y que por fin, de una manera traumática ya había sido mostrado.

Claudyo parecía estar en otra órbita,0entusiasmado, parecía que sus dedos viajasen en compañía de esa música por todo aquel lugar. Con la cabeza iba siguiendo aquel ritmo lleno de movimiento y viveza.

El profesor no pestañeaba, su atención en el joven era completa. No se sabe como, pero aquel hombre se apoyó al piano, junto al chico, el piano estaba conectando a dos personas que aunque no se viese, se necesitaban.
Deviene se limitaba a mirar y escuchar, no interfería para nada…

Pocos minutos después el tema acabó y Claudio se quedó mirando a su profesor de música, sin decir nada.

Su profesor posó la mano sobre el hombro del chico, lo miró a los ojos y sin saber que decir llevó la mirada hacia el suelo, mientras tanto, toda la clase aplaudía. Poco después, nadie pudo oír, que ese atormentado profesor, de vida rancia y estúpida, le reconocía a su alumno con nobleza, “¡Claudio! ¿Cómo ha hecho eso? ¡Toca usted de maravilla, ha sido genial!”

Continuará…

Un comentario sobre “La Tecla Magica”

  1. Excelente relato, logras llevar a esa clase, a ese profesor arado por las conveniencias , al mundo quieto y aburrido…Parecía que aquella clase había resucitado de un suicidio cultural al que parecía estar sometida día a día..Y Deviene devino ante el poder del talento, tanto tiempo negado, me ha encantado, saludos.

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