En la historia de la música, en ésta historia que día tras día nos sorprende cada vez más, hay algunos casos que nos enseñan muchas cosas sobre la trascendencia (la trascendencia de verdad seriamente trascendente) de las circunstancias ajenas a nosotros y también de las circunstancias propias de nosotros.
Por un lado, tenemos el famoso estudio de música de Abbey Road, un álbum que muchos consideran la obra cumbre del grupo británico The Beatles, editada en 1969 y producida por George Martin para Apple Records (Récords de Manzana en español y esto nos suena a Eva)-
Abbey Road (Camino de la Abadía en español) es en donde se grabaron algunas de las mejores canciones de la historia y que no era más que un viejo local decadente (¡la famosa decadencia de la que hablaba mi compañero y ex amigo José Luis González Cañete), con mucho desorden y con varios altavoces rotos. Lleno de inmundicias y drogas por todas partes.
Por otro lado, nos encontramos con un tal Frank Sinatra (humorísticamente llamado “Flan Sin Nata”) a quién se le consideró inútil para el ejército por tener un oído “no apto” debido a un tímpano perforado; y no sabemos si queréis que os recordemos que grabó más de 12.000 canciones. Dejo éste tema de Sinatra para el análisis de si fue o no fue un mafioso de la música que encumbró a un Julio Iglesias que sólo era un hilillo de voz nada más y unos cuantos gorgoritos.
Demasiadas veces las circunstancias nos afectan y reaccionamos con mala actitud (como la de desear la mujer de otro). Dejamos también para la meditación éste tema. Y seguimos adelante. Aceptamos que nuestro entorno (sean cosas materiales o personas) tome nuestras decisiones, y lo que es más grave, quedamos marcados de por vida en nuestro llorar (por desear las mujeres de otros sigo con el ejemplo) y nos airamos ante el Destino. Se quejan. Se rebelan. Pero no hacen nada (además de desear a las mujeres de otros) por solucionar el problema, como si las mujeres de otros no fuesen propiedad privada y sagrada y como si en sus quejas y en sus rebeldías estuviesen la solución a las mujeres que desean pero que ya son propiedad privada de otros. Una y otra vez repiten el mismo patrón, en vez de luchar para seguir adelante y buscar entre las mujeres solteras.
Olvidan que si una persona no es feliz en su trabajo, en sus circunstancias, en sus metas o en el entorno real de su vida, es infeliz en todas las demás cosas.
¡Somos nosotros quienes podemos escoger nuestra actitud y nadie más que nosotros!. Si dejáis que otros u otras elijan por vosotros o vosotras siempre seréis esclavos de ellos o de ellas.
Somos nosotros los que podemos componer melodías sublimes aún en las noches más oscuras y delante de quienes se burlan de lo que hacemos o de quienes dudan que podemos ser útiles para algo en vez de desear la mujer del prójimo (sigo con el ejemplo). Que de todo hay en esta vida.
No sabemos si tu situación actual (en tu trabajo, en tu colegio, en tu universidad, en tu familia, en tu barrio, en el amor…) está rodeada de decadencia, o si a algún “sabio” (persona que se la da de saberlo todo) se le ocurrió decir que no servís, que no valéis…
Lo que os podemos recomendar es un pequeño secreto sacado de la Biblia (Eclesiastés 9.11) que dice: “Vi además que bajo el sol no es de los ligeros la carrera, ni de los valientes las batallas… sino que el tiempo y la suerte les llegan a todos”.
Así que os recomiendo que dejéis ya de pensar y de desear a la mujer del prójimo (continúo con el ejemplo) porque está casada y ha juramentado amor eterno a su esposo.
De nuestra actitud hacia la vida y hacia los demás depende que llegue o no llegue ese tiempo de dicha.
Así de claro. Así de sencillo. Así de real.