Entre las muchas definiciones que se han dado y se dan sobre la vida hay una muy “universalizada” que dice que lo que mejor conceptúa a la vida humana es precisamente su ausencia, o sea el final de la vida misma, lo que hace que la muerte venga a ser la definición más concreta de la vida por oposición a ésta. Pero yo ahor, buscando vivir mi propio sentido, rehúso seguir ese lineamiento plano y rectilíneo y deseo meditar sobre la vida de una manera circular; partiendo de la vida para llegar a la vida en sí misma, sin tener que recurrir a la muerte para poder comprenderla porque me levanto del sueño y me propongo el ejercicio de la relajación para alejarme de las influencias de las impresiones cuyos recuerdos atenazan a todo el que quiere llegar a la íntima conclusión de su propio pensamiento.
Así, liberado del “universalismo” pesimistamente trascendente, me ocupo en definir la vida por el método gravitatorio de vivirla. Es lo que he leído en algún texto y comentario de los últimos días en Vorem: vivir el momento. Sé que esto de vivir el momento es tan relativo como cualquier cuestión circunstancial (depende de la circunstancia en que nos encontremos viviendo) pero abogo por repetir, una vez más, el hecho de no perder tiempo en fijarme futuros predeterminados.
Creo que la mejor manera de vivir cara al futuro es partir de la vida y llegar a la v ida misma, sin tener que ocuparse más o menos de definir a la muerte sino simplemente aprendiendo lo que es la vida en cada momento y no recurrir a lo opuesto (la muerte) para poder sentirla en plenitud. La vida nunca terminamos de comprenderla, es cierto, pero también es cierto que introduciéndonos en ella, lejos y ajenos a la muerte, es la forma políticamente más correcta para poder experimentarla. Por eso me ocupo en los últimos tiempos de las cosas que deseo experimentar para sentir la vida como tal. No hablo de cosas que están fuera de mi alcance (lo cual me haría perderme en construcciones y deconstrucciones continuas) sino de aquellas cosas (mis utopías incluidas también) que están a mi alcance si es que tengo deseos de vivir.
En este sentido, deseo ser pensador positivista que huye de la carencia de pensamiento recargándolo de ingenuismo, y con el defecto propio de todo intelecto juvenil me enseño a pensar en la vida como una completación de la persona humana que soy en mi interior al practicar eso de creer que cada día tiene su propio afán y su propio contenido de vida. Es muy terapéutico romper los moldes “universalistas” del pesimismo posmodernista, hacerse contrario a la mayoría y buscar la otra cara de las sensaciones: amar la vida como vida misma.
Siempre hay un tiempo para creer o no creer. Pero más allá de creer o no creer está vivir o no vivir. Y en esa dualidad me quedo (por propia naturaleza intrínseca de mi personalidad) con el vivir creyendo que los resultados de la búsqueda vital son la verdad de mi existencia. Vivir el momento para poder definir la vida desde la vida misma.
Suelo decirme que tengo la suerte de vivir en una época y unos lugares donde tengo libertad para creer o no creer (sé por conciencia social que aún hay millones de seres humanos que no poseen esa libertad) pero ahora estoy tratando de entender lo que yo mismo (con mis circunstancias de libertad) puedo experimentar como vida. Y estoy muy lejos de tener que definirla echando mano de la muerte. Deseo definirla en su misma naturaleza.
Pongo los pies en la tierra y siento girar a la vida en un círculo sobre sí misma a la vez que gira alrededor de otro círculo superior a ella. Y es por eso por lo que al día de hoy pienso que la vida va más allá de la muerte. Va a un más acá totalmente tangible. Vivimos mientras estamos presentes en un momento concreto y determinado. Vivir ese momento irrepetible es importante por lo que tiene de determinante para saber lo que es la vida sin recurrir a la definición de su ausencia. El pensamiento, de estga manera, se abre a un futuro infinito ya que toda ecuación se resuelve alargando el momento que se está viviendo para poder tener la suficiente conciencia como para poder revivirlos siempre que lo deseemos a través de la memoria y sin recurrir al pesimismo existencial. Prefiero seguir un pensamiento abierto y filosóficamente de carácter juvenil que enclaustrarme en aforismos de sombras. Vivir el momento para concienciarme de que la vida se puede definir por sí misma.
diesel creo que me identifíco bastante o me pasa como a tí.
Estoy en conexión con tu sentimiento. la vida, cuando gira sobre sí misma, nos traduce la existencia de cada momento. Y eso, virgi, es muy importante a la hora de considerar qué somos nosotros o que sentimos nosotros acerca de lo cotidiano de la existencia. Vida para vivir es importante. Morir es un momento que está fuera de esa esencia. Morir es otra causa y otra cosa. Lo importante es que vivir se pueda traducir en ese círculo que nos hace siempre regresar al punto de partida o mejor dicho no hay punto de partida ni punto de llegada solo hay punto de vida. Gracias por haberlo leído y haberlo sentido. Un abrazo amistoso desde el espacio vital de la voremia.
…se me ha ido el dedo (esta maldita rigidez) Te comentaba que el Inconsciente no sabe de muerte y cree vivir eternamente…La vida se acomoda a la forma en que la imaginamos, a la manera en que se ritualiza, a la biología de sus constantes…La vida es un transito hacia su propia decadencia, a su extinción dentro del inmenso teatro de la existencia humana. ¡Qué gran tema y qué bien expresado, Gracias!
Me ha encantado eso de que vivir es partir de la vida y llegar a la vida misma, de que cada momento es irrepetible…, me han encantado tus pies en la tierra para hablar de la vida…, para sentir la vida…
un abrazo Diesel