Se mueven en la vida bajo el tiempo irregular del buscar a tientas puertas y ventanas por donde colarse. Alquimia de la redención. Todo es movimiento entre las raudas hierbas como manchas de humedad adosadas ligeramente a la tierra. Son las crujientes hojas; las que hacen meditar a la materia humana sobre sus raíces y sobre quienes juegan los niños a hacer sonar chasquidos en el reloj de los juegos. Tictac. Las crujientes hojas gritan canciones del pasado verdor y ahora, amarillas en su ocaso, llenan de diminutas porciones el pensamiento de los humanos. Son las crujientes hojas que traen al mundo mortal un oleaje de última energía antes de ser suspendidas por el viento en la demarcación de la nada.
Todos los vínculos terrestres se diluyen abismados por el oleaje de las hojas. Son los ojos rotos del viento. Son la escala sinfónica de lo mortalmente terrestre. Tictac. El vegetal al que pertenecen es su reloj sincopado donde ahora los niños juegan a hacer chasquidos y los enamorados trenzan el palpitar de sus corazones. Son las crujientes hojas.
Sonora, rítmica, visual, sinfonía de hojas.
La primavera viene caminando.