No soy antitaurino aunque se jodan los mariquitas. Si se joden los mariquitas que se jodan. Ese es su problema y no el mío. Es más. Me encantan las grandes corridas. Aplaudo a los hombres valientes que se juegan la vida ante los toros. A solas. O la vida del toro o la vida del ser humano. La primera vez que oí hablar de un torero fue de Manuel Rodríguez “Manolete”. Y desde que era solamente un niño me encanta y me siguen encantando leer crónicas taurinas. De esas que hacen afición. Me entusiasman las grandes corridas como aquellas que surgían del duelo entre Diego Puerta y Paco Camino, con Santiago Martín “El Viti” de testigo en el cartel de los mejores.
Murió ya Diego Puerta en el año 2012 después de Jesucristo; y hoy, en el año 2014 después de Jesucristo, tengo el honor de leer lo que escribió Francisco Mateos: “Eran tres, pero hicieron el paseíllo dos. Paco Camino y Santiago Martín “El Viti” no faltaron a la cita… pero Diego… Diego también hizo el paseíllo entre un nutrido grupo de aficionados sevillanos, desde allá, donde sigue estando, como apostilló una y otra vez “El Viti”: “De Diego siempre hablaré en presente. Diego es; no fue”. Y bajo esa intangibilidad intangible de saber que estaban Diego, Camino y “El Viti”, amigos y compañeros de fatigas, cornadas y triunfos del maestro sevillano que le tenía terror el miedo, fueron desgranando algunos perfiles de la personalidad y la capacidad torera de Puerta”.
Años 60. Estoy sentado en el sofá junto a mi abuela materna. Los dos fijando nuestra vista en la pantalla del televisor en blanco y negro. Mi abuela observa y calla. Yo callo y observo. La comunicación para entendernos quienes amamos las grandes corridas no tiene palabras, pero tiene gestos de grandeza. Y las grandes corridas son siempre grandezas. Héroes del redondel traspasados a la imaginación infantil de un niño que desea ser torero cuando llega la Navidad. Curiosa manera de ser. Curiosa manera de decir al mundo entero que no se es antituarino aunque se jodan los mariquitas.
Soy solamente un adolescente que apenas tiene 15 años de edad… pero me encanta y me entusiasma confeccionar mis propios carteles taurinos en Casa Rafa. Puede ser un bar. Puede ser una cantina. Es un hogar para mí. Y en medio de las fantasías voy creando los carteles de las grandes corridas. No me importa que se jodan los mariquitas. Es problema de ellos y no mío que discurro mi ocio entre “Diego Valor” y las continuas hazañas en el redondel de alguna plaza mayor. Quizás hasta algún legendario rey español lo recuerde asomado al balcón del Ayuntamiento; allá por donde las casas colgadas perecen precipitarse al abismo de la intangibilidad de lo intangible.
Pensando en Sevilla. Lolita Sevilla: “Si comparas un manojo de claveles con las flores de otras tierras tu verás que el olor de los claveles españoles no los pueden otras flores igualar. Si comparas un alegre pasodoble con los mambos bu-gui bu-gui y el danzón verás entre todos ellos lo que vale el español. Cántame un pasodoble español que al oírlo se borren mis penas. Cántame un pasodoble español pa que hierva la sangre en mis venas. Si tú vieras, vida mía tu cante que bien me suena. Cántame un pasodoble español. Si comparas las rosas de mi boca con los corales que se ocultan en el mar tú verás como las rosas de mis labios son más rojas y más suaves que el coral. Si comparas a mi pelo con la noche y a mis ojos con la luz del mismo sol verás que en el mundo entero lo mejor es lo español. Cántame un pasodoble español que al oírlo se borren mis penas. Cántame un pasodoble español pa que hierva la sangre en mis venas. Si tú vieras, vida mía tu cante que bien me suena. Cántame un pasodoble Español.
Salgo a la calle con las manos metidas dentro de los bolsillos de mi pantalón. Quizás sólo sea una costumbre. Pero es mi peculiar y particular manera de dar la vuelta al redondel. A lo mejor es que estoy encantado y todo y por eso algunos me llaman loco. Y es que me encantan las grandes corridas en el Vía Crucis de mi traje rojo y gualda con el que me presento en todas las plazas. A pesar de lo que digan los mariquitas yo me aliso el cabello y sigo tirando hacia adelante. Razones de estar encantado con las grandes corridas. Hasta recuerdo la voz de Matías Prats narrando detalles que no he olvidado jamás.