Lorenzo busca a los Piratas de Moratalaz. Pero los Piratas de Moratalaz hace ya mucho tiempo que abandonaron a Lorenzo. Con su ojo perdido en una de sus absurdas batallas sindicalistas, Lorenzo camina por las calles triste y cabizbajo. Sabe que el dinero no da la felicidad. Sabe que la felicidad se la dan sus amigos de verdad. Pero resultó ser que Los Piratas no eran amigos de verdad sino “ratas” de los navíos (pues sabido es que entre las tripulaciones de las embarcaciones que surcan el alta mar -esa mar amorosa que recoge en brazos a sus marineros- existen muchas “ratas” escondidas en los bodegones del barco).Ratas que se convierten en “Piratas” para asaltar las bolsas de los hombres descuidados como él.
Ahora Lorenzo no tiene a nadie y acude a San Bonifacio para pedir perdón por sus pecados; sin darse cuenta de que San Bonifacio es sólo una estatua de porcelana china… o una estampita de colores nada más.
Lorenzo levanta la vista al cielo. Sólo ve la mitad porque sólo tiene un ojo de verdad. El otro es de crital. Pero con su ojo de verdad aún puede descubrir un rayo de Esperanza que viene únicamente del Cielo.